Es verdad que uno puede sentir incomodidad, fastidio o incluso ira frente a decisiones o acciones que le afectan y con las que uno no está de acuerdo. Es verdad que esto puede suceder en la Iglesia, frente a las acciones de sacerdotes, obispos, o el Papa. Pero el derecho a disgustarse o a un cierto desacuerdo no es, dentro de la Iglesia, derecho a insultar ni menos derecho a dividir.
Hemos sabido de algunos que, desconcertados o disgustados por el reciente Sínodo de la Familia, o por otras acciones del Papa, han llegado al exabrupto de afirmar que es un “falso papa” o han dicho otras barbaridades semejantes. Con todas las fuerzas es necesario mostrar que esas posturas, aunque se consideren como intensamente católicas, son todo lo opuesto.
Lo nuestro es orar, con amor, intensidad, y fidelidad por el Papa, en este momento, nuestro Papa Francisco. Y si hay motivo de preocupación o desacuerdo, el camino va por el diálogo humilde y respetuoso, propio de creyentes.