El doloroso acontecimiento de la muerte inesperada de mi sobrino, Felipe Medina Durango, ha sido ocasión para que muchas personas nos expresen su cariño, solidaridad y oración. Como sacerdote y como miembro de mi familia les agradezco de corazón y les pido que nos sigan apoyando con su plegaria porque este es un duelo prolongado y duro. Mi hermano, mi cuñada, y mis otros sobrinos necesitan particularmente de ese consuelo y fortaleza que sólo Dios puede dar. Muchas gracias.