El periódico EL TIEMPO reporto así la decisión del Sínodo General Anglicano sobre la Ordenación de mujeres como obispos (la numeración es mía, y sirve para referencia en este artículo):
- En un comunicado el Vaticano lamentó la decisión tomada por el Sínodo General de la Iglesia de Inglaterra, que constituirá “un nuevo obstáculo a la reconciliación” entre ambas iglesias.
- La determinación, que también ha provocado una gran división en el seno de la Iglesia Anglicana, entre liberales y conservadores, fue aprobada después de un debate de más de seis horas.
- La Iglesia Anglicana -que ordenó por primera vez mujeres en el sacerdocio en 1994- se comprometió hace dos años a aceptar la ordenación de mujeres obispos. Sin embargo, debía resolver cómo no molestar con la decisión a los conservadores que no aceptan la autoridad de una mujer.
- De hecho, más de 1.300 clérigos habían amenazado en una carta dirigida a los arzobispos de Canterbury, Rowan Williams (primado de la Iglesia Anglicana), y de York, John Sentamu (número dos” de la Iglesia de Inglaterra), con dejar esa Comunión si no se garantiza a los tradicionalistas el derecho a no reconocer a las mujeres obispos. Esos signatarios, empero, son en su mayoría clérigos jubilados, según informó la cadena pública británica BBC.
- Para complacer al sector más ortodoxo, el Sínodo General aprobó una moción que contempla la elaboración de un código de conducta que permita a las parroquias más conservadoras no tener contacto con las mujeres obispos.
Sobre el punto 1, está el interesante análisis de Religión en Libertad.
El punto 2 lo lleva a uno a preguntarse por la democracia y la Iglesia. Es decir: en el supuesto caso (improbable) de una victoria del “no” sobre la ordenación de mujeres como obispos, ¿qué sigue? ¿Más campaña, mejor marketing hasta que sea aprobado? ¿Queda algo de vergüenza a esa gente: la verdad por votación y lobby?
El punto 3 toca bien la cuestión de la unidad anglicana: de lo que se trata es de mantener a la gente reunida. No sus corazones, ni sus mentes, ni su culto, ni su disciplina, sino mantener a la gente reunida. Para todos los efectos prácticos, la Comunión Anglicana ha muerto hace tiempo; lo que se quiere es simplemente salvar la fachada.
Los puntos 4 y 5 muestran bien a quiénes pertenece el futuro, por lo menos en Inglaterra. Un contentillo para los tradicionalistas, como quien arroja un pedazo de sebo y carne a un perro ruidoso, para mejor seguir el camino.
Para todos los efectos prácticos, pues, estamos viendo el progresivo derrumbe de un edificio venerable, y hasta cierto punto uno de los que pudo considerarse aliado del catolicismo, en primera fila para la tarea ecuménica. Una concepción del ministerio como un oficio, un trabajo, un conjunto articulado de funciones, ha herido de muerte la concepción misma de la fe.
Si el ministerio es un oficio dentro de los oficios de la sociedad, es apenas normal que sean los instrumentos de poder de la sociedad los que determinen cómo se realiza ese oficio. Queda así la Iglesia, o por lo menos, este modo anglicano de entender el cristianismo, en manos de la sociedad a la que debía anunciar un mensaje de novedad y salvación.