Antídoto Contra Experiencias Amargas
Les invito a continuar la reflexión iniciada en el tema anterior sobre las ayudas para sanar que nos ofrece la naturaleza. Vamos a pasar revista a algunas ayudas que contrarrestan los efectos de tantas heridas, para poder perdonar y así sanar de enfermedades, tanto del cuerpo como del alma y del espíritu. Muchos de nosotros sufrimos de rencores reprimidos durante años. Lastimamos nuestro bienestar psicológico, nuestras relaciones y nuestra misma salud física cuando nos apegamos a experiencias amargas vividas, a los rencores. Necesitamos hoy recuperar el poder que le hemos concedido al pasado para arruinar nuestro presente. Perdonar nos devuelve la paz. Nuestras principales barreras para el perdón ordinariamente no son las ofensas sino la falta de herramientas para poder perdonar. No hay ofensa que sea imperdonable. Pero hace falta tener una motivación. Así, por ejemplo, a la depresión ofrece la Biblia como antídoto el amor de Dios y la convicción de que el ser humano es un hermano, no un enemigo, como lo constató el congreso internacional convocado por la Santa Sede sobre la depresión.
Obstáculos para poder perdonar: Por nuestro orgullo innato aparecen muchos obstáculos que nos impiden otorgar el perdón. Entre otros está la falta de motivación. Algunas personas se quedan pensando en que la herida que han recibido es algo imperdonable y así permanecen alimentándose con sus rencores, les cuesta despojarse de ellos, y se resisten a la idea de perdonar. No encuentran las suficientes razones para perdonar. Y ya vimos cómo son tantos los efectos positivos que nos trae el perdonar y tantos los efectos nocivos del resentimiento, la ira y la depresión. Cómo se logra progresar en la vida cuando perdonamos, pues no hay ofensa imperdonable para un hijo de Dios, pero hace falta la cuota de nuestro esfuerzo personal para que regrese nuevamente la paz a nuestra vida.
Lo que no funciona: Además de la motivación personal y de la preparación para perdonar hace falta que no continuemos reaccionando negativamente ante el dolor, ante la ofensa. Hay en nosotros estrategias que no funcionan y necesitamos, por lo tanto no repetirlas. Necesitamos aprender a relajarnos, aprender buscar la paz, a sacar de nosotros las cosas que nos envenenan, el dolor, la rabia para aprender a perdonar. Pero la paz solo llega cuando dejamos de sentir rencor, cuando culpabilizamos menos al ofensor, cuando insistimos en olvidar la historia del acontecimiento o acontecimientos que nos llevan a alimentar el rencor. A medida que pensamos en la paz y la buscamos vamos aprendiendo a perdonar.
Es necesario, por tanto, asumir la responsabilidad de nuestros sentimientos. Recordar que somos los responsables de nuestros sentimientos emocionales y que tenemos que ser señores de nuestros sentimientos y no dejar que sean ellos quienes nos dominen y nos esclavicen a ellos. Tampoco debemos responsabilizar al pasado por lo que sentimos en el presente. No tenemos porqué arruinar nuestros días, nuestro presente, cuando el acontecimiento que me hirió ya pertenece al pasado. Tampoco tenemos porqué cederle a nuestro ofensor poderes excesivos sobre nuestros sentimientos.
Responsabilidad de nuestros sentimientos: Responsabilizarse de los sentimientos significa tener el control de las reacciones emocionales propias. Saber manejar las emociones y reacciones. Para lograr la responsabilidad de nuestros sentimientos es importante no perder de vista las cosas positivas, las cosas buenas de la vida. Para esto es necesario invertir tiempo y energía buscando la belleza, el amor y la amistad en la vida. Así podemos contrarrestar el tiempo que desperdiciamos en alimentar rencores y disgustos y en paladear heridas. Necesitamos, igualmente, reforzar nuestras emociones y nuestros sentimientos positivos. Reforzar los sentimientos positivos debo hacerlo cada vez que se me presenta algún disgusto.
Apreciar y ejercitarte en lo bueno de la vida: Asumir la responsabilidad significa que, a pesar de estar heridos, hagamos un esfuerzo para apreciar lo bueno de la vida. Si las experiencias dolorosas son intensas, no lo son menos la belleza de un atardecer o el amor que se siente por los hijos, por los amigos. Pasamos más tiempo pensando en el rencor que centrándonos en la gratitud, en el amor o en e aprecio de la amistad, de la naturaleza. Es este el primer paso para responsabilizarnos de nuestros sentimientos y empezar a perdonar. Cuando más pensamos en el amor a los hijos o en la belleza de un día de sol, el resultado será que le dedicamos menos tiempo al dolor, al rencor.
Las imágenes que tenemos en nuestro interior las podemos cambiar cuando queramos. Sólo hace falta un poco de esfuerzo y consagración a realizar una higiene, una limpieza mental. Y esta se realiza siempre que yo, en vez del rencor, de pensar en las heridas que he sufrido, sin pensar en buscar venganza sintonizo con la verdad, la gratitud, la belleza, el amor y el perdón. Es difícil pero se puede hacer. Siempre hay experiencias o historias de generosidad y hasta de heroísmo en nuestra vida anterior, en nuestro diario vivir. Cunado yo, en vez de buscar estas imágenes me quedo en el sufrimiento bloqueo aquello que me puede salvar. Es más sencillo llegar al perdón y al amor que quedarse alimentándose de veneno, paladeando el rencor. También puedes detenerte a saborear la experiencia de amor y de unión en hogares que tienes a tu alrededor. Hay también cerca de nosotros animales cariñosos, fieles. Solo es cuestión de detenernos admirando esos ejemplos de amor y de gratitud.
Hay, igualmente, en nuestra patria paisajes maravillosos, infinidad de planicies alfombradas de esmeralda, sitios inolvidables como la sabana de Bogotá, lugares esplendorosos, llenos de extraordinaria belleza, bosques generadores de silencio, soledad, neblina, llanuras imborrables como el valle del Cauca y cumbres coronadas de blancura como son todos nuestros nevados. Son tan hermosos que resulta imposible tener mal humor estando ante ellos, pensando en ellos.
En nuestra querida Colombia encontramos belleza natural siempre a la mano: cafetos mezclando su verdor con el rojo de sus granos, cuyo líquido llena al país del aroma suave y perfumado que de ellos emana; platanares, guadales y sauces que llenan de belleza y de vida a nuestros campos; variedad y riqueza de pájaros en los guayabales e incontables árboles frutales, y cuyas voces son una sinfonía en el paisaje patrio; los arreboles de los atardeceres en montañas, valles, barbechos, llanuras, sabanales y los añorados mares. Y toda esta belleza es tan verdadera como los son los dolores del pasado, y a ella llegamos solo con un cambio de pensamiento, de imágenes. Un pensamiento se quita, se cambia, poniendo otro, así de fácil. Ni siquiera tienes que levantarte de tu silla, sólo tienes que tomar una decisión de cambiar ideas, pensamientos, imaginación: el dolor por el amor, el rencor por el olvido, las heridas por la belleza que te rodea. El reto está en aprender a descubrir la belleza, el amor, las cosas bellas que te rodean donde quiera te encuentres y, entre nosotros las tenemos siempre abundante y a la mano. Las ideas del perdón y del agradecimiento nos hacen recordar que aun cuando estamos heridos, no tenemos que estarnos alimentando solo con el dolor. Tenemos la opción de seleccionar, de experimentar en todo momento el amor, de gustar las cosas hermosas, la belleza, la amistad sin estar buscando el desorden, el dolor, el veneno.
Somos libres para pensar lo que queramos: Nadie nos puede imponer en qué y cuando concentrar nuestra atención. Cada uno manejamos nuestra voluntad, nuestra libertad, nuestra imaginación como queremos. Si tenemos la costumbre de alimentarnos de rencores, debemos tener presente también que todo hábito se puede modificar. El mundo está lleno de héroes que se sobrepusieron a las dificultades con valentía. Y lo que otros lograron también lo puedo yo, para bien mío y de otros que se pueden beneficiar admirando nuestra vida equilibrada.
Cuando vivimos en una atmósfera de amor, de gratitud, de belleza y de perdón le damos descanso a nuestro cuerpo y a nuestro espíritu. En cambio, cuando nos centramos en dolores y rencores, nuestro espíritu se endurece, nuestro cuerpo se tensiona. Las sustancias químicas se activan y la persona se siente cansada y agobiada. Acusamos al ofensor por nuestro malestar y nos esclavizamos sirviendo a nuestro dolor, a nuestros rencores y violencia. Empieza a buscar tu mejoría saboreando y viviendo la gratitud, el amor, la belleza y el perdón.
Viviendo lo positivo: Si tantos han vivido la gratitud, también tú la puedes vivir. Agradece por la abundancia de alimentos que se producen en nuestros campos; por la salud que nos da el aire si estrenar de nuestros campos y montañas; por la bondad de tantas personas que nos rodean; por el regalo de la vida y la salud. Fíjese en la hermosura del cielo tan azul, en el multicolor de nuestros campos, en el juego alegre de tanto niño que llena nuestros campos y ciudades; disfrute los lugares maravillosos de nuestra pródiga naturaleza patria; disfrute en la televisión de los programas sobre nuestra variada naturaleza patria; saboree la abundante música del variadísimo flolclor patrio; deléitese con la asombrosa belleza de las flores y su variedad de colores; admire lo bien que se ven las personas que usted quiere y ama. Busque personas que hayan perdonado y pídales que le cuenten su historia; acuérdese de las veces que usted hirió a alguna persona y quiso que le perdonara; recuerde las veces que ha perdonado y no olvide que sí es capaz de perdonar. Mire a los enamorados y alégrese de su felicidad; recuerde las veces que ha sido amado y que ha amado; llame aun amigo y dígale que lo aprecia; pregúntese qué puede hacer para volverse una persona más bondadosa; dígale a una persona comparta con usted cuando ella se ha sentido verdaderamente amada. Durante el día disminuya su ritmo y preste atención a su respiración, relájese; dé gracias al Señor en cada respiración. Preste atención a un paisaje que lo llene de tranquilidad, piense en alguien que le ha amado y trate de revivir en el momento presente los sentimientos de paz y amor que vivió entonces. Estás preparado para ejercitarte en el perdón que todo tu ser te está reclamando.