107.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
107.2. La caridad es la belleza del alma. Es también su vida, su forma propia, su raíz y soporte, pero hoy quiero recordarte que la caridad es la belleza del alma. Como en otras ocasiones te he sugerido, no basta para las aspiraciones de tu corazón que tú quieras ser “bueno,” es saludable que ames la hermosura espiritual, y que quieras ser “bello.”
107.3. En efecto, la búsqueda de la bondad suele resolverse en búsqueda de la perfección. Esto en sí mismo no es malo, desde luego, pero tiene algunas deficiencias psicológicas que vale la pena que conozcas.
107.4. El primer problema con la búsqueda unilateral de la perfección es que puede conducir a la soberbia espiritual. No fue por su pequeñez sino por su grandeza por lo que se ensoberbecieron los Ángeles rebeldes.
107.5. El segundo problema es la pretensión constante de compararse. El que se siente en una carrera hacia una meta podría y debería tener sus ojos en hacer su propio recorrido de la mejor manera posible, como sugiere Pablo (Flp 3,12; 2 Tim 4,7), pero también —sobre todo si es gravemente imperfecto— podría voltear a mirar y compararse con los demás “corredores.” Es difícil que en un ámbito así nazca la genuina caridad; por el contrario, el terreno podría quedar abonado para las faltas de misericordia y para el cultivo de la rivalidad o la envidia.
107.6. El tercer problema es la ilusión de conservar un completo control del proceso. Si bien es cierto que la razón humana puede iluminar muchos aspectos de la vida espiritual, especialmente en lo que atañe a la extirpación de vicios y a la implantación y afianzamiento de virtudes, hay que saber que la ación de Dios aveces pasa por lo “secreto,” lo “incomprensible” y lo “maravilloso.” Ha sucedido que entre estos atletas de la perfección se pierdan muchos regalos del Espíritu simplemente porque no parecen pertinentes o porque no se ve cómo encajarlos en el conjunto de las propias aspiraciones y programas.
107.7. No debes entender de aquí que te estoy desanimando en la adquisición de las virtudes, o que te estoy autorizando la mediocridad, o que estoy diciendo que es mejor permanecer en el valle del pecado para no caer en la soberbia o la displicencia. Simplemente te estoy advirtiendo de los peligros que incluso una obra tan sana y santa como es la búsqueda de la perfección tiene para el alma tuya. ¡Es parte de mi oficio!
107.8. Por lo mismo, tampoco habrías de creer que el término “belleza espiritual” resuelve todas las cosas. Como otras formas de “belleza” puede quedarse en la vanidad y la superficialidad, o lo que es peor, podría hacer que te desentendieras de los aspectos más “rudos” del combate espiritual, con la grave consecuencia de que tu corazón, ablandado por los halagos y los consuelos menores sería cobardemente infiel al Señor Dios. Hay que saber combinar una idea con la otra, pues de hecho ninguna palabra o programa que quepa en palabras puede abarcar todo lo que es la obra del Espíritu Santo en el alma humana.
107.9. Teniendo eso bien claro y a la vista, vuelvo a mi invitación del principio: es saludable que ames la hermosura espiritual, y que quieras ser “bello.” ¿Cuáles son las ventajas de esta perspectiva, que aunque no debe ser única sí puede y debe tener lugar en tu vida?
107.10. La primera es que la belleza se relaciona más naturalmente con el “agrado” y con la “gracia.” Cuando algo atrae tus ojos lo primero que siente tu corazón no es “esto es justo, recto, verdadero o saludable,” sino sencillamente: “¡qué bello!” o “¡qué bella!.” En la búsqueda enamorada de la belleza espiritual tu mente se acostumbrará a hacerse connatural a la gracia divina.
107.11. La segunda bendición que te trae este enfoque es que te invita a evitar las exageraciones unilaterales en la virtud que esté de moda o que te atraiga por un tiempo. Te ha pasado que por una lectura, predicación o meditación te sientes impulsado sobremanera a cultivar tal o cual virtud, y entonces te olvidas de otras. Hay incluso, te diría yo, cierta tendencia a desbalancear el conjunto de tu vida, y contra esa tendencia lucha el amor de la belleza. Bien sabes que la belleza surge del conjunto y no de exagerar un detalle o un aspecto.
107.12. Por todo eso te invito a que ames la hermosura espiritual. Deja que te invite a la alegría. Dios te ama; su amor es eterno.