Un perro, perdido en la selva, vio un tigre corriendo en su dirección. Comenzó entonces a pensar rápido, para ver si se le ocurría alguna idea que le salvase del tigre. Entonces vió unos huesos en el suelo y comenzó a morderlos.
Cuando el tigre estaba casi para atarcarle, el perro dijo en alto:
– ¡Ah, este tigre que acabo de comer estaba delicioso!
El tigre, entonces, paró bruscamente y, muerto de miedo, dió media vuelta y huyó aterrado mientras pensaba para sí:
– ¡Menudo perro feroz! ¡Por poco me come a mí también!
Un mono que había visto todo, fue detrás del tigre y le contó cómo había sido engañado por el perro. El tigre se puso furioso y dijo:
– ¡Maldito perro! ¡Ahora me la vas a pagar!
El perro, entonces, vió que el tigre se aproximaba rápidamente con el mono sentado encima y pensó:
– ¡Ah, mono traidor! ¿Y qué hago ahora?
Comenzó a pensar y de repente se le ocurrió una idea: se puso de espaldas al tigre y cuando este llegó y estaba preparado para darle el primer zarpazo, el perro dijo en voz alta:
– ¡Será perezoso el mono! ¡Hace una hora que le mandé para que me trajese otro tigre y todavía no ha vuelto!