103.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
103.2. Una palabra; sólo hay una palabra que podré decirte siempre, cuando me atiendas y cuando no me atiendas, cuando me esperes y cuando no me esperes: es verdad que Dios te ama. Y en esa verdad está tu gozo, si la acoges; y tu juicio, si la rechazas. Ella es tu esperanza y tu fortaleza, si quieres luchar por el Reino de Dios; ella es tu baldón y tu vergüenza si renuncias el combate.
103.3. Ya es claro para tu alma que el lugar de la máxima expresión del amor divino es la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo, porque allí, más que en ningún lugar y que en cualquier otro tiempo, Dios ofreció la prueba irrevocable de su amor, como dice tu hermano Pablo: «La prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros» (Rom 5,8).
103.4. Dios te amó perdonándote: con su amor te perdonó y en su perdón mostró su amor. Lo más extraño y admirable es precisamente eso, que no te limpió para amarte, sino que con su amor te limpió, con lo cual vino a resultar que el término de su amor, por lo menos durante un instante vino a ser aquello que es más opuesto a Él, a saber, la iniquidad perversa nacida de la rebeldía.
103.5. No debe inferirse de aquí que Dios ame al pecado, sino que su amor se dirigió a aquellos que por su pecado se habían asociado y unido al pecado, de modo tal que al amar al mismo tiempo acogía lo que tú eras y te transformaba en lo que Él quería que fueras; con un mismo acto te aceptaba y te cambiaba, de una manera tan singular, sin embargo, que no por el hecho de transformarte dejaba de aceptarte, ni por el hecho de aceptarte te dejaba donde te había encontrado.
103.6. El amor divino fue, pues, a la vez “pasivo” y “activo”: pasivo, en el sentido de “padecer” y de tener “paciencia,” soportando lo que tú ya eres, y que es incompatible con Él en muchas cosas. Con esta paciencia y padecimiento, cuya cumbre está en la Cruz, Dios pareció y parece “débil,” y su Nombre Santo es a veces blasfemado por tal razón.
103.7. Mas su amor es también “activo,” en el sentido de “actuante” y “actual.” Esta es la dimensión de amor que hace que Él te haga como no eras, pero como en realidad tú quieres ser, con una voluntad que hunde su raíz en aquello que Él ha querido que tú seas. La cumbre de esta acción es la Resurrección de Jesucristo, en la que los elementos fueron transformados y la Creación misma retembló en sus cimientos.
103.8. La Pascua, pues, de Cristo es la expresión máxima del Amor. Con ella y por ella eres libre de tus culpas, pero con ella también has quedado privado de tus disculpas. Un Amor que no es menor que Dios mismo te promete todo y a la vez te reclama todo; te limpia de todo y hace fútil cualquier justificación de cualquier suciedad de tu alma.
103.8. Sólo piensa eso; sólo recuerda eso; sólo repite eso a tu alma por hoy: Dios te ama; su amor es eterno.