Cristóforo, el Portador de Cristo
Estudios recientes, como los de Juan Gil y Consuelo Varela, nos van dando un conocimiento cada vez más exacto de Colón y de su mundo interior y familiar, aunque siempre su personalidad quede un tanto enigmática. De todos modos, cuando Colón dice, por ejemplo, que el Paraíso Terrenal está en tal lugar, o que los Reyes Magos partieron a Belén desde donde él sabe, o que tiene vistos y localizados el Tarsis, el Ofir y los montes áureos de Salomón, o que descendientes de las Amazonas de la antigüedad se refugiaron en una isla que él conoce, no hemos de pensar que estaba loco o que era un alucinado. Basta con estimar que los renacentistas, ignorantes aún de muchas de las realidades de este mundo, eran todavía en estas cuestiones hombres medievales.
Mucho más notable es en Colón su profundo sentido providencial de elegido para una misión altísima. A pesar de reconocerse «pecador gravísimo», Colón sabe con toda certeza que en él se ha obrado un «milagro evidentísimo», como era que Dios «me puso en memoria, y después llegó a perfecta inteligencia, que podría navegar e ir a las Indias desde España, pasando el mar Océano al Poniente» (Fernández de Navarrete, Colección I,437). Esta conciencia de elegido la tenía ya antes del Descubrimiento, y se ve confirmada cuando éste se produce. Al terminar su Tercer Viaje, comienza su relación a los Reyes diciendo: «La santa Trinidad movió a Vuestras Altezas a esta empresa de las Indias y por su infinita bondad hizo a mí mensajero de ello».
Y en 1500 le escribe a Juana de la Torre: «del nuevo cielo y tierra que decía Nuestro Señor por San Juan en el Apocalipsis…, me hizo a mí mensajero y amostró aquella parte». En efecto, él, Cristóbal, está elegido por Dios como apóstol para llevar a Cristo (Cristoferens, Cristóforo) a un Mundo Nuevo.
No se puede negar que Cristóbal Colón era un cristiano muy sincero, profundamente religioso. El padre Bartolomé de las Casas dice de él que «en las cosas de la religión cristiana sin duda era católico y de mucha devoción». Y la curiosa firma que usaba, de discutida significación, era en todo caso expresión indudable de su religiosidad:
.S. / .S. A. S. / X M Y / Xpo FERENS
Esta religiosidad tiene constantes expresiones en el Diario de a bordo de sus cuatro viajes. Y es el padre Las Casas el que nos ha conservado en transcripciones los relatos del Primer y Tercer viaje de Colón, cuyos originales se perdieron. Del Segundo viaje sólo tenemos el Informe que, unos meses después de realizarlo, envió el Almirante a los Reyes. Se conserva en cambio el relato del Cuarto viaje. Por eso, al leer las citas siguientes, convendrá recordar estos datos, para entender quién habla en cada texto, si Colón o Las Casas.
El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.