Los Sentimientos
(Jn 11, 33-36; Lc 7, 11-17; Lc 7, 36-50; Filp 2,5)
Les invito a iniciar una reflexión sobre los sentimientos y su naturaleza. El hombre obra y se mueve por sentimientos, aunque de pronto no les pone mucha atención, los considera algo perfectamente natural. Somos afectivos por naturaleza y respondemos afectivamente en todo el contexto de nuestra existencia. Con la afectividad expresamos la capacidad y la necesidad que tenemos de amar y de ser amados; por ella somos capaces de experimentar sentimientos, emociones y pasiones. En nuestra reflexión nos acercaremos al modelo de todo hombre y mujer: Jesucristo Dios y hombre. El tuvo grandes sentimientos, por eso tuvo amigos. Cuando uno de ellos, Lázaro, murió, fue para ver el lugar donde le habían colocado. Allí se encontró con María, hermana de este. Ella sufría sobrecogida de dolor. Al verla se conmovió profundamente, pues había muerto alguien a quien los dos amaban. Ante la tumba, no solo lloró por la muerte de su amigo, sino por el dolor de su amiga María. Tener buen corazón y buenos sentimientos es la clave de la felicidad y la verdadera riqueza. Iniciaremos ahora nuestra reflexión sobre los sentimientos en general y en el siguiente tema abordaremos nuestra reflexión sobre los sentimientos de Jesús.
Naturaleza de los sentimientos:
Los sentimientos son emociones o impulsos de la sensibilidad hacia lo sentido o imaginado como bueno o como malo. Los sucesos externos, algún estímulo interno, o cualquier sufrimiento pasado, traído por el recuerdo, son transmitidos por los sentidos a la corteza cerebral.
El humor afectivo hace que estemos como sintonizados para la ira o el amor, para la tristeza o la alegría, e influye, junto con el temperamento, en los pensamientos que vendrán a la mente en presencia de los acontecimientos, y que será la causa de nuestras emociones. Nuestros sentimientos revelan un estado de espíritu íntimo, una disposición corporal preparatoria para realizar un acto con placer o sin placer. Los sentimientos, por no ser ni buenos ni malos pues no responden a la voluntad, penetran todo nuestro ser, y predicen y explican nuestro comportamiento. Alguien dijo que el sentimiento, más que una emoción, es una comunicación de toda la persona sobre qué clase de compromiso estás teniendo con el mundo.
Cuando los sentimientos nos facilitan obrar el bien, conviene fomentarlos; y cuando nos llevan hacia el mal: es necesario dominarlos, cambiarlos. De todos modos no debemos dejarnos guiar por los sentimientos. El hombre debe guiarse por su inteligencia, que es la facultad que muestra el verdadero bien. Los sentimientos son en buena parte instintivos. El instinto es un estímulo interior que lleva al animal a realizar acciones tendientes a la conservación y a la reproducción. Por eso, dejarse dominar por los sentidos, es dejarse dominar por los instintos, no por la inteligencia ni la voluntad y perder así la libertad. Los actos determinados por el instinto, tanto en los hombres como en los animales, permanecen invariables, así el recién nacido mama y las aves construyen sus nidos, hoy igual que hace mil años. El sentimiento de fastidio hacia un hermano, por ejemplo, no debe guiarnos en nuestras relaciones, sino que tenemos que educarlo, dominarlo y superarlo.
Cómo surgen los sentimientos:
Los sentimientos son respuesta a estímulos registrados en billones de células que forman parte de nuestro sistema nervioso. Los indicadores más sutiles del rostro y las más pequeñas contracciones del mismo son producidas por músculos faciales involuntarios, casi imperceptibles. La persona obra y se mueve por sentimientos, aunque no les ponga mucha atención, porque los considera como algo perfectamente natural. Tenemos conciencia de los sentimientos solamente cuando son fuertes y profundos.
División de los sentimientos
Los sentimientos se suelen agrupar así: ante un bien: amor -simpatía, estima, admiración-, deseo, gozo; ante un mal: odio -antipatía, repugnancia, fastidio-, aversión –huída-, tristeza; ante un bien difícil de alcanzar: esperanza, desesperación; ante un mal difícil de superar: temor, audacia, ira. Se les coloca siempre comparativamente por parejas contrarias: amor y odio, deseo y fuga, alegría y tristeza. El sentimiento más importante es el amor. Conviene no confundir el amor como sentimiento y el amor como virtud que es de mayor categoría.
Existe un método, llamado electromiografía, para estudiar las reacciones de los músculos. Minúsculos electrodos en el cuerpo captan señales eléctricas que se originan alrededor de los músculos y pasan a la pantalla de un osciloscopio para su lectura e interpretación; comparando la lectura de los músculos, los científicos pueden diferenciar entre los sentimientos alegres o agradables y los desagradables u hostiles.
Los sentimientos agradables o desagradables pueden acelerar o disminuir el ritmo del corazón, hacer enrojecer o palidecer, y ayudar o dificultar nuestra digestión. Es grande su influjo en nuestra salud y bienestar y revelan el aspecto saludable o enfermo de nuestra condición mental y corporal.
Los sentimientos agradables nacen de una sensación de bienestar, buena salud, ambiente sano, cercanía de amigos, sentimientos sexuales placenteros y excitantes, buen descanso en la noche y pequeñas cosas agradables, que pasan inadvertidas, pero que tienen una enorme influencia en nuestro estado de ánimo. Uno no siente los latidos del corazón y la corriente sanguínea fluyendo a través de las venas, y los pulmones en su movimiento rítmico, o las comunicaciones telegráficas que se realizan entre todas las partes del cuerpo y del cerebro. Pero sí siente la salud y vitalidad. Cuando uno tiene este sentido, él vencerá todo lo que suceda durante el día; si ha pasado un largo y difícil día en la oficina, vuelve a casa sintiéndose cansado, pero después de una buena noche de descanso, se recupera y se siente pleno al otro día.
Los sentimientos desagradables de los que somos víctima a diario, tales como fatiga, preocupaciones, tiempo demasiado frío o caliente, etc., nacen de sensaciones de malestar o desagrado. Vivimos en un laberinto de sensaciones desagradables que causan un círculo vicioso de temores y otras enfermedades psicológicas.
Los sentimientos agradables alimentan nuestra vida, los desagradables son un tóxico para nuestro bienestar y causan perturbaciones físicas y emocionales. Unos y otros tienden a expresarse, tienden a la acción. Algunos pasan rápidamente, otros permanecen; algunos son causados por hipersensibilidad exterior o desajustes sexuales complejos, y hay otros, sobre las cuales nada sabemos.
Simón, tengo algo que decirte:
El episodio de la mujer en casa de Simón (Lc 7, 36-50), ungiendo con perfume a Jesús, lavando los pies del Maestro con sus lágrimas y secándolos con sus cabellos, desató una cantidad de pensamientos y sentimientos encontrados en el grupo, también en Jesús. La mujer dejó su orgullo y expresó sus sentimientos íntimos, Jesús reveló y expresó sus propios sentimientos y los de Simón. Para comprender la situación de unos y otros fue necesario expresar y clarificar todos los sentimientos.
Expresar los sentimientos:
Los sentimientos deben ser expresados en alguna forma en el momento en que se tienen y a la persona que los provocó. Así, cuando uno nota que una persona le ofende, debe acercarse a ella y, si es posible, mirarla de frente y decirle que le está ofendiendo y cómo.
Usted mismo haga por escrito una relación con adjetivos que describan mejor la manera como usted se está sintiendo y trate de clasificar esos adjetivos dentro de una disposición de espíritu general como enojado, ofendido, angustiado, solitario, etc. Tratando de precisar sus sentimientos, admítalos, clarifíquelos y compártalos con los demás, así está dando los primeros pasos para controlarlos de manera que llegue a aquel estado de espíritu en que usted alimenta sentimientos agradables y los desarrolla para que sean la fuerza propulsora de una vida sana, sensata y equilibrada.
Como controlar nuestros sentimientos
Controlamos nuestros sentimientos, controlando y frenando nuestros pensamientos. Así como detrás de las ideas vienen las acciones, detrás de los sentimientos viene nuestro comportamiento. La actividad del hombre tiene tres momentos: conocer, sentir y querer. En toda acción participan los tres. Así, cuando se planea una comida al aire libre, se sabe lo que se va a hacer y porqué; existe también el sentimiento de placer o de sufrimiento y se busca o se rechaza realizarlo.
El sentimiento, que es interno y subjetivo, no produce por sí mismo ningún resultado externo, pero los sentimientos están unidos a las emociones, que determinan si nuestras acciones serán agradables o desagradables. Los sentimientos agradables producen placer, felicidad, alegría, deleite, entusiasmo; los sentimientos desagradables producen disgusto, descontento, tristeza, pesar, aflicción, desaliento, desequilibrio, etc.
Un sentimiento de aversión o una inclinación de rechazo al trabajo, se habrá formado a base de experiencias negativas en torno al trabajo. Para cambiar ese sentimiento habrá que adquirir o imaginar varias experiencias positivas. Por ejemplo: convencerse de la bondad y conveniencia del trabajo, crear sentimientos de laboriosidad en general; intentar olvidar el malestar en torno al trabajo y eliminar sentimientos de fastidio que se tengan; recordar o imaginar los éxitos o buenos momentos debidos al trabajo y adquirir así sentimientos de estima por él; sonreír al empezar algún trabajo y tener amor por el.