¿No somos todos creados por Dios? ¿Cómo que hay hijas de los hombres, ellas no fueron creadas por Dios? ¿De quién venían? Así pregunta Martha, desde Bogotá, Colombia, aludiendo a este texto:
Y aconteció que cuando los hombres comenzaron a multiplicarse sobre la faz de la tierra, y les nacieron hijas, los hijos de Dios vieron que las hijas de los hombres eran hermosas, y tomaron para sí mujeres de entre todas las que les gustaban. Entonces el SEÑOR dijo: No contenderá mi Espíritu para siempre con el hombre, porque ciertamente él es carne. Serán, pues, sus días ciento veinte años. Y había gigantes en la tierra en aquellos días, y también después, cuando los hijos de Dios se unieron a las hijas de los hombres y ellas les dieron a luz hijos. Estos son los héroes de la antigüedad, hombres de renombre (Gen 6,1-4).
Intento responder. Ante todo, la expresión “hijo de hombre,” o lo que aquí aparece: “hijas de los hombres,” es un modo de declarar que la persona o personas en cuestión son de nuestra raza humana. Un “hijo de hombre” es como decir: “uno entre muchos, un hombre más,” aunque la expresión adquiere nuevos matices en el libro de Daniel y subsiguientemente en los Evangelios.
Sin embargo, es evidente que el pasaje en cuestión, de dificilísima interpretación ciertamente, quiere hacer el contraste entre los “hijos de Dios” y las “hijas de los hombres.” Está claro que esto segundo quiere decir que ellas eran mujeres de nuestra raza humana, pero ¿a qué puede referirse la expresión “hijos de Dios”? ES muy oscuro este pasaje y prácticamente no hay acuerdo entre los estudiosos sobre a qué podría aludir. En otros pasajes del Antiguo Testamento “hijos de Dios” se refiere a los ángeles, como se ve por ejemplo si se compara Deuteronomio 32, 8 en la traducción llamada de los Setenta (que era la más en uso en tiempos de Cristo) con otras traducciones directas desde el hebreo.
Otra interpretación es que esa manera de hablar es de hecho bastante común en textos y tradiciones paganas, que siempre tratan de ligar linajes humanos con orígenes celestiales o divinos. Así era por ejemplo, entre los caldeos o incluso entre los romanos, que veían un origen divino en la familia de la que nació Julio César. Según eso, este extraño pasaje sería como un rezago de antiguas leyendas mesopotámicas, una especie de “fósil” literario que se coló hasta el texto que conocemos. Su función sería nula, aparte de recordarnos que la Biblia nació en un ambiente de mitos e historias de toda clase. Personalmente creo que es un paso en falso cualquier interpretación que neutralice o invalide el texto, reduciéndolo a la calidad de información científica sobre la historia de su redacción, y por eso yo no aceptaría esta manera de interpretar.
No faltan por supuesto los que digan que aquí está el testimonio de seres extraterrestres, que serían esos “gigantes.” El mensaje general de este capítulo sexto del Génesis no avala algo así porque de lo que se está hablando no es de una sabiduría o poder que llega sino de un proceso de degeneración que de hecho culmina en el relato de Noé y el diluvio. El verdaderamente “grande” o aquí no es el que tiene muchos títulos “hijo de Dios”) ni mucha fuerza (“gigante”) sino el que se fía de la Palabra y le hace caso a Dios, como Noé.
Hay otro pasaje que puede orientarnos. Cuando Moisés envía exploradores a que cuenten cómo es la tierra prometida ellos dicen: “No podemos subir contra ese pueblo, porque es más fuerte que nosotros. Y dieron un mal informe a los hijos de Israel de la tierra que habían reconocido, diciendo: La tierra por la que hemos ido para reconocerla es una tierra que devora a sus habitantes, y toda la gente que vimos en ella son hombres de gran estatura. Vimos allí también a los gigantes (los hijos de Anac son parte de la raza de los gigantes); y a nosotros nos pareció que éramos como langostas; y así parecíamos ante sus ojos” (Números 13,31-33).
Estos “hijos de Anac” aparecen más de una vez en los primeros libros de la Biblia, donde a veces se precisa que Anac tenía por otro nombre Hebrón (Josué 21,11; Jueces 1,20). La cosa es confusa porque los nombres de personas, de clanes, de pueblos y de lugares se traslapan y confunden. Pero queda claro que hay una tradición que admira la fuerza imponente de los “gigantes” descendientes de este tal Anac. Esa tradición sirvió para muchas cosas pero especialmente para destacar que también los gigantes pueden ser vencidos si uno cree en Dios, y se apoya más en Dios que en las propias fuerzas.
Además, es difícil juzgar qué podía ser un “gigante” para la gente de esta época y cultura. Recordemos que en la Biblia, más que cantidades o cifras exactas, muchas expresiones aluden al impacto que causa algún hecho. Decir que había tantos “miles,” por ejemplo, de soldados enemigos, no es necesariamente el resultado de un conteo sino un modo de describir lo que significó vencer a un ejército mucho más numeroso. Estos tales “gigantes” bien pueden estar en esa categoría, o sea: tribus que destacaban por su imponencia, fortaleza, e incluso alta estatura, y que son descritas por la impresión que causaron.
En cuanto a lo de “hijos de Dios,” parece claro que hay una alusión al origen pretenciosamente divino o celeste de antiguas razas que así se miraban a sí mismas. El sentido seguramente va en la línea de afirmar que incluso aquellos que se consideran encumbrados y celestes suelen tener la debilidad de la carne y su descendencia no dejará de cometer ignominias por el hecho de ser tan supuestamente noble.
Tampoco hay que descartar del todo la interpretación angélica, referida por supuesto a los ángeles caídos, llamados usualmente demonios. No en el sentido de que los demonios puedan propiamente enamorarse de mujeres, pues los ángeles no son ni masculinos ni femeninos, sino en el sentido de que aquello que intentó la serpiente cuando atacó a la primera mujer, Eva, ha tenido una especie de continuación, o sea, parte de aquella hostilidad entre la “serpiente” y la mujer (Génesis 3,15) que ha sido sancionada por Dios. Según esto, eso “hijos de Dios,” o sea, esos ángeles caídos buscaron pervertir la fecundidad de la mujer ayudando a engendrar una raza altiva y agresiva que en el fondo no hizo otra cosa sino precipitar la ruina del mundo entero.
Así que, aunque el pasaje es muy oscuro, algo de claridad puede lograrse. El sentido general es que en el colapso del mundo intervienen tanto los demonios como la altanería humana, y que la manera de salvarse de esa catástrofe es obrando como Noé, desde la fe, la obediencia y la perseverancia.
Estoy estudiando sobre este tema y en el momento solo puedo agradecer la colaboración a través de esta publicación.
Me parecen interesantes las aclaraciones que se hacen sobre lo que puede ser considerado un Hijo de Dios e Hijo de hombre.
Sigo en mi estudio. Gracias!!!