Escuela de Vida Interior, Tema 20: ¿Qué enseña la Biblia sobre el YO?
De la Sagrada Escritura aprendemos, ante todo, que el ser humano se descubre y se construye en diálogo con Dios. Así como el bebé requiere que se le hable para alcanzar su estatura racional y emocional, así el hombre crece a medida que la Palabra hace su casa en él.
Y en ese diálogo el hombre descubre a Dios como su CREADOR. Ser creatura implica saberse sostenido por Dios, pues ha sido ante todo su designio quien no ha dado el ser. Quien esto descubre ya no tiene que justificar su existencia: no vive para demostrarle nada a nadie. Es libre. Pero no es caprichoso ni su vocación puede ser el egoísmo: ser creado es descubrirse hermano de las demás creaturas.
En el diálogo entre Dios y el hombre se descubre la realidad protuberante del pecado, única verdadera amenaza a la nobleza y hermosura de nuestro origen. Pero el pecado está vencido en Jesucristo, de modo que una sana antropología bíblica siempre llamará “perdonado” y amado al hombre.
Además, el don del Espíritu nos conduce a la plenitud en la vía de la restauración del daño causado por el pecado, ajeno o propio, hasta el punto de saber que somos coherederos con Cristo: es indistinguible el amor que él tiene del que nos Padre nos prodiga con ternura. El Espíritu no viene a nosotros como extraño, que invade u oprime, sino como dueño a su propia casa. Nunca soy tanto yo mismo como cuando Él está.
Otros dos elementos bíblicos fundamentales son la VOCACIÓN, que responde a la pregunta “¿Para qué he vivido lo que he vivido?” y la MISIÓN, que apunta a la pregunta: “¿Para quiénes he recibido lo que he recibido?”
La antropología bíblica es rica, de tono positivo y realista a la vez; anclada en la realidad de lo concreto pero abierta a la trascendencia hermosa e infinita de los cielos.
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Este tema pertenece al Capítulo 02 de la Escuela de Vida Interior; la serie completa de los diez temas de este Capítulo 02 está aquí:
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