La National Geographic Society y prácticamente todos los medios de comunicación han hecho enorme publicidad a la divulgación de un manuscrito antiguo que presenta una imagen completamente diferente de Judas Iscariote. En este mundo nuestro, en el que la gente está a la expectativa de “revelaciones” decisivas y novedosas, ya se cuentan por millones los que empezarán a pensar que el “verdadero” Judas Iscariote “por fin” está saliendo a la luz. Queremos mostrar los hechos objetivos y de qué manera esto puede afectar negativamente la fe de muchas personas. Por la importancia de este tema, con el que no por coincidencia nos están inundando en esta Semana Santa, recomendamos a todos que lean lo que sigue, aunque es un poco extenso.
Estos son los datos fundamentales.
Fecha. El manuscrito data del siglo II o II de nuestra era, tiene por título “Evangelio según Judas” y está escrito en copto. Se presume, aunque no existe una versión griega que sería anterior.
El argumento de esta obra es que Jesús necesitaba liberarse de su cuerpo y que prefería que un amigo y no un enemigo le ayudase en esta tarea. El amigo escogido por el mismo Jesús es Judas Iscariote, quien sabe que tendrá que ser mal interpretado. A Judas le toca hacer el papel del malo pero en realidad está cumpliendo un deseo de Cristo que ya quiere salir de este mundo liberándose de su parte material, o sea, su cuerpo.
¿En qué contexto fue escrito este evangelio? San Ireneo, a mediados del siglo II, ya hablaba de este manuscrito, al que critica en su propio libro llamado “Contra las Herejías.” En ese sentido, no estamos ante nada nuevo. El llamado “Evangelio de Judas” viene de un ambiente gnóstico y quenita. Tenemos que saber un poco qué quieren decir estas dos palabras para ver por qué se escribió una obra que contradice tan abiertamente lo que dicen los evangelios de nuestra Biblia.
El gnosticismo es en parte un movimiento filosófico y en parte una especie de religión difusa que pone la salvación en adquirir un conocimiento supremo, oculto o reservado a ciertos elegidos. Precisamente, conocimiento en griego se dice “gnosis,” y de ahí viene gnosticismo. En este movimiento se inscriben muchos antiguos y recientes adversarios o enemigos de la fe cristiana, desde los gnósticos que combatió san Ireneo hasta las tendencias panteístas de la Nueva Era, o sea, aquello de que si desciendes a tu “yo” más profundo descubres que tú eres dios y que todo es dios y que todo está “conectado.” A lo largo de la Historia han abundado las tendencias gnósticas, que se presentan a veces con ese nombre, Gnosis, o con otros nombres o adjetivos: cátaros, rosacrucistas, herméticos, esotéricos, cabalísticos, iniciáticos, y muchos más.
Para el gnosticismo Cristo fue sólo un Maestro, y lo que importa no es su sacrificio redentor, ni su amor, ni su sangre, ni su dolor. Lo que importa, según los gnósticos, es que él tenía una enseñanza que también han tenido otros grandes maestros. Por eso las religiones no importan y da lo mismo llegar a la gnosis (o iluminación o conocimiento) por cualquier camino. A los gnósticos les conviene que nosotros creamos que todo da la mismo, y que los profetas y las maneras de ver a Dios se pueden intercambiar.
Así como no importan las religiones, para la Gnosis, tampoco importa el cuerpo. La materia sobra y es mala por naturaleza, según la mayoría de los gnósticos. La materia y el cuerpo son irreales y estorbosos. Por eso en el supuesto evangelio de Judas lo que Cristo quiere no es salvarnos, ni hacer la voluntad del Padre, sino liberarse él de su cuerpo. Por supuesto esto es del todo incompatible con la revelación bíblica. Para la Biblia el cuerpo no debe ser idolatrado pero tiene su valor: fue creado bueno por Dios y es restaurado finalmente por la redención de Cristo. Por eso nosotros creemos en la “resurrección de la carne,” termino con el que explícitamente defendemos la santidad a la que está llamado y destinado el cuerpo humano.
Los que escribieron el apócrifo evangelio de Judas eran gnósticos interesados en defender sus ideas, o sea, que el cuerpo no importa y que lo que importa es llegar a la luz. Según ellos, Cristo sería un tipo ansioso de llegar a esa luz y dispuesto a usar cualquier método para lograrlo. Su sufrimiento no es real. Todo es como una farsa o una obra de teatro en la que a él le “toca” hacer el papel de bueno y a Judas le “toca” hacer el papel de malo. Por tanto, ni la traición de Judas es real ni el amor redentor de Cristo es real: las dos cosas van unidas. Si todo era un teatro, si todo era apariencia, ni ese dolor cuenta ni ese amor salva. Y eso es lo que quiere el gnosticismo: que no creamos que somos salvados por el amor sacrificial de Cristo. ¿Para qué? Para que busquemos salvación en las teorías que ellos proponen, y que ahora la National Geographic está divulgando a centenares de millones de personas en todo el mundo.
Pero hay más que decir. Este grupo o secta del que salió el ficticio evangelio de Judas tenía su propia tradición quenita. Los quenitas o cainitas eran un grupo especialmente oscuro, equiparable en muchos aspectos a los satánicos de hoy en día. Como su nombre lo indica, su meta era reivindicar a Caín, el asesino de Abel. El macabro “apostolado” de los quenitas era hablar de las figuras más repulsivas y perversas de la historia con dos propósitos: mostrar que el mal es necesario y mostrar que da lo mismo adorar al mal que adorar al bien.
Por extraño que pueda parecer, esta secta tenebrosa sale de las entrañas de la Gnosis, a pesar de que la Gnosis habla tanto de la luz. En efecto, como los gnósticos decían que la materia era perversa en sí misma, tenían que explicar por qué existía. Su modo fue afirmar que, así como hay una divinidad buena, autora de todo lo espiritual y luminoso, también hay una divinidad perversa, que también es creadora, y de la que sale la materia. Siguiente este tipo avieso de razonamiento algunos gnósticos se apoyaron en un antiguo manuscrito llamado el Libro de los Dos Principios. La conclusión es que al final da lo mismo servir al diablo que a Dios, porque el diablo era necesario también tanto como lo es Dios. Obviamente, lo que hace el retorcido evangelio de Judas es trasladar ese esquema a la relación entre Judas y Cristo. En la supuesta amistad “entrañable” entre ellos dos estaría la idea de que el mal y el bien no existe en verdad, sino que se entremezclan y son igualmente valiosos. Algo parecido proponen algunos de la Nueva Era usando un poco a su capricho la imagen redonda blanca y negra del Ying y el Yang.
En conclusión, el llamado evangelio de Judas es una obra sobresaliente en su odio contra nuestra fe cristiana. Una obra que quiere que no creamos que Dios nos amó de verdad, sino que pretende que todo eso era una apariencia, un juego de niños, un acuerdo previo, un puro teatro. Estamos ante una obra que intenta que hagamos equivalente el bien y el mal y que nuestros oídos sean sordos al mensaje de Cristo, sobre todo de Cristo en la Cruz.
No sentimos miedo frente a este ataque, así venga subsidiado e impulsado por muchos millones de dólares. La gnosis es un antiguo adversario al que miramos sin temor y al que vencemos como hemos vencido muchas veces: predicando y practicando lo que Cristo nos dio con la fuerza de gracia, redención y amor que él mismo nos da.
Una última petición: DIVULGA ESTE MENSAJE a todas las personas que puedas. No vamos a darle gusto a las fuerzas de las tinieblas.