Ya estaría yo perdido,
si tú fueras como yo;
si no fuera tu corazón
más amplio y puro que el mío;
si no ardiese en ti el fuego vivo
con que te place quemar
en llamas de caridad
mi pecado y mi extravío.
Tú has querido ser mi amigo,
antes que llamarte juez;
y mejor me absuelve tu ley
de lo que me absuelvo yo mismo.
Porque tu ley, Jesucristo,
es Espíritu de Dios:
por ti me ha ganado el Amor,
y he ganado todo contigo.
Mejor que mi pobre egoísmo
y que mis pobres planes, Señor,
más alta es tu gracia y mejor,
mejor que mis sueños de niño.
Tú eres la luz y en ti vivo;
bien me conoces, Jesús,
pero ante el pecado, en la Cruz,
quisiste aprender el olvido.
Por eso he venido contrito,
y hoy te he pedido perdón,
pues si fueras como yo,
ya estaría yo perdido.
Amén.