[Predicación para los padres de familia en el Colegio LOGOS de Guayaquil, Ecuador, en Septiembre de 2012.]
* La fortaleza de la familia, como la fortaleza en toda buena construcción, depende del apropiado ensamble de los elementos que la integran. Ese “ensamble” se logra a través de la comunicación, entendida no sólo como comunicación verbal sino como todo aquello que pone en común lo que somos y tenemos. Vamos a centrarnos en sugerencias que pueden impulsar una mejor comunicación entre padres e hijos.
* Dos cosas que ayudan desde el punto de vista psicológico son: (1) No esperes que la comunicación se abra del lado del joven; cuenta tú de tus propias cosas. Habla de tus deseos, temores e incluso fracasos. (2) La confrontación directa no es la más productiva porque suele ser intimidante, y además porque supone demasiada capacidad de verbalización en el joven. Resulta preferible un intento de comunicación “oblicua” que parta de temas e intereses comunes.
* Dos causas profundas del descontento juvenil conviene conocer: (1) La mentira, en la forma de falsas promesas de felicidad, paz y plenitud ha entrado muy al fondo de los medios de comunicación en su afán por hacernos consumir bienes, servicios, ideas, lugares o tendencias. En el mediano plazo ese lenguaje de engaño hace que prácticamente todo discurso sobre un bien posible se convierta en discurso sobre un engaño más. (2) Muchos grupos e instituciones muestran interés por los jóvenes pero sólo para sacar algo más de ellos: su dinero, su talento, su cuerpo.
* Dos propuestas que ofrece la Escritura en cuanto a la arquitectura de la familia según Dios: (1) Que el hombre sea “cabeza” en el hogar; que sea el primero en todo, empezando por el deseo de amar, conocer y servir a Dios, porque el que reconoce la autoridad gana autoridad. (2)No olviden los padres orar juntos por sus hijos.