En su primer saludo a los fieles, ha dado la bendeción Urbi et Orbi (para la ciudad y para el mundo) con esta introducción:
“Queridísimos hermanos y hermanas, después del gran Papa Juan Pablo II los señores cardenales me han elegido, un simple y humilde trabajador de la viña del Señor. Me consuela el hecho de que el Señor sabe trabajar también con instrumentos insuficientes y sobre todo me acojo a vuestras oraciones. En la alegría del Señor resucitado, confiados en su ayuda permanente vamos adelante. El Señor nos ayudará, María su Santísima Madre está de nuestra parte.”