Señor de la gloria,
he aquí mi vida.
Aquí estoy porque me has llamado.
Este soy, Creador mío,
esta es mi historia, Redentor mío,
esta es mi vida, Defensor mío.
Te ofrezco lo que te presento,
te agradezco lo que te ofrezco,
te suplico lo que te agradezco:
el pasado, el presente y el futuro,
el cuerpo y el alma,
lo privado y lo público,
lo grande y lo pequeño,
lo íntimo y lo manifiesto,
lo feo y lo bello,
el día y la noche,
la palabra y el silencio;
lo que dije sin pensar
y lo que pensé sin decir,
lo que hice sin querer
y lo que quise sin hacer,
lo que tuve sin buscar
y lo que busqué sin tener;
lo que conozco y lo que presiento,
lo que recuerdo y lo que ignoro,
lo que espero y lo que temo,
lo que tengo y lo que anhelo;
lo que hubiera querido saber
y lo que habría preferido olvidar,
lo que hubiera querido decir
y lo que habría preferido callar,
lo que hubiera querido hacer
y lo que habría preferido dejar;
el silencio de las horas,
la majestad de los cielos,
el tumulto de las calles,
el aroma de los campos,
el rumor de los arroyos,
el cántico del viento;
el gemir de los pobres,
la voz de los maestros,
la ciencia de los libros,
el ritmo del taller,
el vértigo del comercio,
la soledad del templo;
la palabra de papá,
la mirada de mamá,
la certeza en el amigo,
una canción al partir,
un abrazo al regresar,
un desierto al caminar;
el dinero y los juguetes,
los vestidos y los sueños,
el desorden y los muebles,
el jardín y las canciones,
las poesías, las fotos,
los adornos, la basura y los regalos:
todo es tuyo, Señor,
ahora todo es tuyo:
las raíces mismas de mi existencia,
las llaves de mi alma,
los cimientos de mi ser,
el tiempo,
el amor,
esta plegaria y este amén.