Introducción y Plan General
1. Queridos hermanos, discípulos del Maestro divino Jesucristo, en el seno de la Doctrina de la santa Iglesia, dice nuestro Señor y Dios:
“Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 18-20).
En esta expresión del Espíritu Santo en el Evangelista san Mateo, nos muestra lo que es la educación católica:
Hacer discípulos, bautizándolos, y enseñándoles a guardar todo lo que Cristo ha mandado.
Es significativo que se ponga como principio o introducción el “hacer discípulos” antes de bautizar, y se complemente el discipulado y el bautismo con la necesidad de “guardar lo que Cristo ha mandado”. Esto nos hace ver la importancia del discipulado, como una preparación indispensable que acompaña a los Sacramentos; porque puede suceder que un simple feligrés o un sacerdote pretendan ser “maestros” o “guías”, cuando no han consolidado el discipulado (del cual no deben salir).
La enseñanza católica es muy diferente a la enseñanza del mundo, pues implica el poder y el Plan de Dios, dirigido al hombre exterior, al hombre interior y a Dios mismo que reside en lo profundo del alma humana. Todo ello en el seno de la santa Iglesia. [Sobre el hombre exterior y el hombre interior: “Por eso no desfallecemos. Aún cuando nuestro hombre exterior se va desmoronando, el hombre interior se va renovando de día en día” (2 Co 4, 16).]
Con la venia y la ayuda del Espíritu de Dios explicaremos estos tres componentes importantes de la educación católica: a) Hacer discípulos, b) Bautizándolos y, c) enseñándoles a guardar lo que Cristo ha mandado.
[Texto original de Juan de Jesús y María.]