“La palabra “inquisidor” está cargada de connotaciones negativas. Evoca intolerancia, tortura y crueldad, como poco. Nunca modernidad, racionalismo o compasión. De manera que al hablar de Alonso de Salazar parece que lo hacemos de alguien que fue raro en su contexto, pero no es así. Qué fue lo que verdaderamente ocurrió en Zugarramurdi nunca lo sabremos, porque una parte importantísima de la documentación, la del lado francés, se quemó en Burdeos en 1710, con ese arte que han demostrado a lo largo de los siglos los incendios franceses para achicharrar, con puntería milagrosa, aquello de lo que no conviene dejar rastro…”
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