Vivimos una época de gran desconfianza en los procesos políticos y democráticos. Es comprensible: mucha gente se siente decepcionada, traicionada y “ninguneada.” Pero es peligroso tomar la opción cómoda de simplemente hacerse a un lado. La verdad es que hacerse a un lado equivale a facilitar las cosas a quienes quieren lograr sus perversos objetivos, ya sean de corrupción, enriquecimiento ilícito, o de cambio de la Constitución para perpetuarse en el poder.
Por ello expreso desde aquí mi admiración a los jóvenes que están cambiando esta perspectiva cómoda y cómplice y hacen la tarea de examinar con lupa a los candidatos y sus propuestas. Son una generación interesantísima, especialmente desde el ángulo provida, porque saben cortar por en medio de la retórica y concretar en temas vitales a quienes aspiran a cargos públicos.
Debemos convencernos de esto: el simple lamento o la indignación aislada no logran nada. Por supuesto, es aún peor vender el voto o votar por simple disciplina de partido. El camino es el que están marcando aquellos adultos y jóvenes conscientes: informarse, participar, formarse criterio, y votar.