“La llegada del Cristianismo supone un cambio radical. El Cristianismo se ha esforzado desde hacer siglos por hacernos comprender que el Reino de Dios está en nosotros, que también el Mal está en nosotros, y que el campo de batalla no es otro que el de nuestros corazones. Es, de alguna manera, la oposición entre un pensamiento mágico, primitivo y un pensamiento más maduro. Primitivismo y madurez que no corresponden a épocas distintas de la historia, sino que siguen conviviendo en nuestros días como dos formas de concebir al mundo y al hombre. Aquí (en la concepción de la persona como autónoma, responsable y, en última instancia, libre) radica lo que me parece que es una de las mayores aportaciones del Cristianismo a la cultura universal…”
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