Elogios de las reducciones guaraníes
Cuando el mundo hace alabanzas del Reino, suele tratarse de elogios ambiguos y a veces sospechosos. No citamos, pues, aquí los puntos de elogio que sobre las reducciones pueden hallarse en Montesquieu, Voltaire, Rousseau, o en otros enciclopedistas e ilustrados. Estos autores no entendían nada de la inspiración fundamental de las misiones, y hablando desde sus ideologías, citaban en seguida a Platón, Esparta y los lacedemonios, ignorando casi todo de la realidad concreta de las reducciones. Limitaremos, pues, aquí nuestra memoria a unos pocos elogios más significativos.
Guillaume Thomas Raynal, exjesuita que abandonó el sacerdocio, y que sumó su pluma a la de los enemigos de la Iglesia, tan numerosos en el XVIII, escribía poco después de la expulsión de los jesuitas: «Cuando en 1768 salieron de manos de los jesuitas las Misiones del Paraguay habían alcanzado éstas un grado de civilización que es, quizás, el máximo a donde pueden ser conducidas las nuevas naciones y que era, seguramente, muy superior a todo lo que existía en el resto del nuevo hemisferio» (Tentación 200).
A fines del XIX, un socialista inglés, Cunningham Graham, estudió in situ las reducciones del Paraguay, y pudo interrogar a ancianos guaraníes, cuyos padres habían vivido en las reducciones. En su obra A vanished Arcadia, publicada en 1901, atestigua la veneración que todos guardaban hacia la memoria de aquellos misioneros: «No hay un viejo que no se incline a su solo nombre; que no recuerde con una viva emoción aquel tiempo feliz». Si el gobierno de las comunidades, dejándose de ideologías, es para procurar eficazmente la felicidad de los hombres, hay que afirmar que «los jesuitas hicieron a los indios felices; el hecho es cierto».
Pío XII (12-8-1949) declaraba al ministro del Paraguay: «Estas realizaciones sociales han quedado allí para la admiración del mundo, el honor de vuestro país y la gloria de la Orden ilustre que las realizó, no menos que para la de la Iglesia católica, pues ellas surgieron de su seno maternal».
Las reducciones guaraníes han sido las comunidades utópicas más perfectas y durables de la historia. Esta afirmación aparece como indudable en el libro mío, Evangelio y utopía [del P. Iraburu], donde estudio en la historia el impulso utópico, tanto en su expresión literaria, como en sus realizaciones experimentales.
El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.