Notas a partir de una conferencia del Prof. Jeremy Wilkins
INTRODUCCIÓN
* Los cristianos han perdido su lenguaje propio. Toman entonces el de la cultura, que está lleno de polarizaciones.
* Las polarizaciones tienen un efecto psicológico notable: cada uno confirma su propia postura viendo (y acusando) al otro.
* La propuesta de Lonergan no es propiamente una teoría sino una serie de “prácticas”: self-appropriation, methodical collaboration, self-surrender in love.
NEOESCOLASTICISMO VS. RELATIVISMO
* Según, Walter Kasper, lo más sobresaliente de la teología del siglo XX es la superación del neo-escolasticismo, es decir, el intento de resolver todos los problemas de nuestro tiempo acudiendo a un conjunto de principios atemporales que serían la norma para toda la Iglesia.
* La escolástica ofreció las preguntas relevantes y el marco adecuado para articular las respuestas. Aunque hay modos de escolástica. El modelo más extendido privilegiaba unilateralmente lo abstracto, ahistórico y puramente lógico. Era un modelo muy adecuado para una sociedad estática: la cultura “clasicista.”
* Ese fue el “hoy” de Lonergan. No es exactamente el nuestro. Nuestro “hoy” comprende con relativa espontaneidad la necesidad de una comprensión y relación con la historia, las ciencias, el diálogo.
* Pero por otra parte, la caída del neoescolasticismo significó también la caída de todo un modelo cultural–lo cual dejó perplejos y desorientados a muchos católicos que quedaron como náufragos en un mar de relativismo.
* ¿Qué significado conserva el pasado, la tradición, la autoridad? Vagamente sabemos que son necesarios pero nos cuesta responder con precisión a estas preguntas que brotan de las entrañas de lo que llamamos Modernidad.
* La Modernidad trajo dos revoluciones: el conocimiento de la ciencia experimental, con sus impresionantes aplicaciones tecnológicas, y el conocimiento dinámico propio de la concepción actual sobre la Historia.
* Mucho de las revoluciones de la Modernidad fue simplemente rechazado por las autoridades eclesiásticas–sin resultado. Por su parte, un nuevo lenguaje se implantó en la cultura occidental: individualismo “posesivo” (gastar, acumular cosas), individualismo “expresivo” (esa es “mi verdad”), perspectivismo relativista (“esto me ha funcionado”).
* ¿Puede la Iglesia encontrar de nuevo “su voz” teniendo en cuenta que nosotros mismos somos parte de los grandes fenómenos que alcanzamos a ver y hasta cierto punto a estudiar? Se ve la necesidad de nuestra “conversión”…
* No faltan los que describen esa conversión en términos muy simples: ¡hora de volver al neoescolasticismo y al clasicismo! Pero se necesita mucho más:
+ Reconocer que hay cosas relativas sin volvernos relativistas;
+ Ser responsables ante la Historia sin volvernos historicistas;
+ Reconocer el papel de la ciencia sin caer en el cientificismo.
POSTURA DE B. LONERGAN
* Frente a la verdad “sólida” y a la dispersión de la “Izquierda,” Lonergan toma distancia.
* Según él, despreciar las “grandes cuestiones” (p.ej. de la epistemología) no nos hace más sabios ni más correctos. Nombrar lo que no puede ser normativo no nos exime de nombrar lo que sí debe ser normativo.
* Para Lonergan lo normativo empieza con el ser humano: no es algo escrito por alguna autoridad sino algo que uno puede (y debe) encontrar en sí mismo. De ahí la importancia de self-knowledge y self-appropriation. La “norma” es operativa e interna; no prescrita y externa.
* Aceptar las grandes preguntas es aceptar nuestra propia capacidad de preguntar. Esto implica una especie de “ascetismo” que nos conduce al incómodo conocimiento de nosotros mismos.
* ¿Es posible aspirar a una objetividad trans-cultural? Lonergan lo describe como lo “virtualmente incondicionado” (virtually unconditioned), que es el fruto de la operación auténtica del Método Empírico Generalizado (E-U-J-D). Si no admitimos la posibilidad de acceder a lo virtualmente incondicionado lo único que queda es la coerción de unos hacia otros o el pensar con la masa.
* Lo virtualmente incondicionado nos pone en una situación en que lo que sabemos no lo podemos negar sin saber que nos estamos mintiendo. Tal situación es lo que él llama “perspectiva absoluta” y es su respuesta al relativismo.
* El fruto de la perspectiva absoluta no es demostrar que el otro está equivocado sino ayudarle a ser auténtico en su proceso de experienciar, entender, juzgar y decidir. A este nivel ya no debemos hablar de un simple método de estudio o de colaboración académica sino de un modo de vivir.
* En últimas, el conocimiento “auténtico” supone una especie de “rendirse” y la calidad de la “rendición” dependerá de la cualidad de quien se rinde, en cuanto persona.
ORDEN EN TEOLOGÍA
* Los principios no pueden quedarse en frases que se conectan luego deductivamente con otras frases sino que han de ser “intencionalidad consciente.” Esta actitud se caracteriza por la afirmación existencial de que es más importante ser honesto que parecer correcto.
* La teología, y también la filosofía, se convierte en un ejercicio de inteligencia práctica, guiado por la sabiduría propia de quien permanece “intencionalmente consciente” de lo que está haciendo cuando hace teología. Esto implica no solo sumergirse en las obras de la teología sino saberse deudor de una tradición y responsable ante las exigencias de la propia cultura.
* Método en Teología (MeT) quiere aplicar al estudio de la teología las demandas de autenticidad propias del auténtico conocimiento humano.
* Hacer teología es, en resumen, oír y hablar. OÍR la Tradición, los testigos, las escuelas de pensamiento, la Escritura, y en último término, DIOS. Se trata de un “encuentro.” HABLAR comienza en la radical disposición, aquel “estar listo/preparado” para afirmar, negar, implicarse, comprometerse…
* La transición entre OÍR y HABLAR se da en las dos especialidades centrales de MeT: Dialéctica y Fundamentos. En “Dialéctica” se busca qué es lo que realmente distingue o separa las varias versiones que nos presentan la investigación, la interpretación y la historia. En “Fundamentos” uno expone de manera honesta y completa el motivo y argumentos de las propias opciones. El ser del sujeto es devenir, y el devenir acontece en clave de conversación.
* La elaboración de las doctrinas puede ser particularmente difícil sin la adecuada auto-apropiación. Si el único “método” que uno sigue es la deducción entonces debería ser deducible de la Escritura y los dogmas tendrían que ser conclusiones que derivarían de las “premisas” de los textos bíblicos. En realidad, lo que se necesita es algo diferente: una “transformación de horizonte,” es decir, entender que las preguntas cambian en distintos contextos culturales o filosóficos.
SOBRE LAS ESPECIALIDADES FUNCIONALES DEL MÉTODO
* Ante todo: la teología no debe prohibir preguntas ni considerar de entrada las preguntas (“dificultades”) como una especie de ataque a la fe.
* Una pregunta bien enunciada pertenece a una especialidad funcional y es en ella donde debe resolverse. El ejemplo típico es que no puede establecerse qué DIJO Pablo (investigación) en función de QUÉ QUISO DECIR Pablo (interpretación) o de CÓMO ENTRA LO QUE DIJO con el proceso de la revelación (historia) o de QUIÉNES HAN DICHO QUÉ al respecto de lo que Pablo dijo (DIALÉCTICA).
* La autonomía de las especialidades funcionales no niega sino que sitúa el proceso de conversación entre ellas.
* Lo normativo en el teólogo no es en primer lugar algo abstracto y dispuesto por una especie de reglamento sino lo que se sigue de la acción del Amor que ha llegado a nuestras vidas con la gracia del Espíritu. Es bueno ver cómo sucede esto.
* La teología empieza “objetivamente” con los datos pero “existencialmente” empieza con el teólogo. Y serán sus preguntas las que en primer lugar lo pongan en el camino de las especialidades funcionales. Es evidente entonces que si algo–la CONVERSIÓN–hace de nosotros “nuevos seres” también haremos una teología diferente: más viva, luminosa, fecunda, generosa.
* Esa conversión empieza por sentirnos llamados, convocados hacia un centro, que es Jesucristo, en quien experimentamos amor de gracia, solidaridad sin límite, capacidad de sacar bien del mal. A esto Lonergan lo llama la “Ley de la Cruz,” que es el sello de la conversión propiamente religiosa.