Incursiones de los cazadores de esclavos
En los primeros decenios las reducciones hubieron de sufrir graves ataques de bandeirantes o mamelucos, es decir, de paulistas procedentes del Brasil -precisamente fue un misionero jesuita, el padre Nóbrega, quien fundó Sao Paulo-, que entraban en los territorios misonales a la caza de esclavos. Particularmente terribles fueron las incursiones sufridas en las reducciones de Guayrá, que dieron lugar a la gran migración de 1631 decidida por el padre Ruiz de Montoya, y los ataques de 1636, 1638 y 1639.
Todos estos ataques ponían en peligro la existencia misma de las reducciones, y el padre Montoya viajó a Madrid donde consiguió autorización de armar a los indios. En 1640, en efecto, la Corona concedió permiso de usar armas de fuego a todos los indios de las reducciones, con gran escándalo y protesta de los hispano-criollos. Pronto se organizó y adiestró un fuerte ejército, que no hubo de esperar mucho para mostrar su fuerza.
En 1541 se libró una fuerte batalla en Mbororé, sobre el río Uruguay. En unas 900 canoas, se aproximaban 800 bandeirantes, armados hasta los dientes, acompañados por 6.000 tupíes aliados suyos, éstos sin armas de fuego. El ejército guaraní, conducido por el cacique Abiaru, era de 4.000 hombres, 300 de ellos con armas de fuego, que llevaban disimuladas. El padre Rodero hizo la crónica oficial de la pelea. Abiaru, con unos pocos, se adelantó en unas piraguas, y a gritos echó en cara al Comandante paulista la vergüenza de que gente que se decía cristiana viniera a quitar la libertad a otros hombres que profesaban la misma religión. El Comandante no respondió nada y su flota siguió avanzando. Estalló por fin la lucha, y en el río los paulistas y tupíes sufrieron tal descalabro que hubieron de refugiarse en tierra, donde al día siguiente continuó la batalla, con clara victoria guaraní.
Con eso se terminaron para siempre las grandes razzias procedentes del Brasil para la captura de esclavos. La fuerza armada guaraní fue tan potente que el Virrey del Perú, conde de Salvatierra, la nombró defensora de la frontera hispanolusa, y de hecho pudo impedir en adelante todos los intentos portugueses por entrar en el Río de la Plata. Pero antes de 1641 las reducciones sufrieron el horror de unos 300.000 indios cautivos. Se calcula que sólamente entre 1628 y 1630 los paulistas hicieron en las reducciones unos 60.000 esclavos. Cristianos viejos encadenaban a cristianos neófitos para venderlos como esclavos…
El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.