“Esta revelación no fue interrumpida por el pecado de nuestros primeros padres. Dios, en efecto, “después de su caída […] alentó en ellos la esperanza de la salvación con la promesa de la redención, y tuvo incesante cuidado del género humano, para dar la vida eterna a todos los que buscan la salvación con la perseverancia en las buenas obras” (DV 3)…”
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