Al ver cuál vive en tormentosa lidia
Quien la cumbre tocó de la grandeza,
Bendigo mi humildad y mi pobreza,
Libre del dardo de la negra envidia.
La horrible ingratitud y la perfidia
No habré de lamentar; mi fortaleza
La torpe adulación con su vileza
No expone á sucumbir; jamás la insidia.
Amigos fieles á estrechar mi mano
Vendrán; no en pos del esplendor del oro
Sino de afecto fraternal y sano.
Que en mi modesto hogar no hay más tesoro
Que aquel que guarda corazón cristiano
Que goza con el bien y enjuga el lloro.