Oh, Cristo, Creador santo de los astros,
Luz eterna de tus fieles,
escucha Tú, Redentor del mundo,
la plegaria de quienes te invocan.
Compadecido de que el orbe enfermo pereciese,
a causa de la ruina que provocó el pecado,
Tú mismo te ofreciste como remedio
para infundir la salvación a los culpables.
Y así, como sale el esposo de su tálamo naciste,
en el atardecer del mundo,
de las purísimas entrañas de una Madre Virgen.
Toda la creación dobla su rodilla ante el imperio
de tu poder y los Cielos y la tierra se confiesan
sumisos al beneplácito de tu voluntad.
Llenos de fe te pedimos, futuro Juez del mundo,
que sintamos en nuestra vida tu protección
frente a los dardos del traidor Enemigo.
Gloria a Cristo, Rey clementísimo, a Ti
y también al Padre, con el Espíritu Paráclito,
por los siglos de los siglos. Amén.