“Lo que hacemos es fruto, antes que nada, de quiénes somos y cómo vivimos. Todo el propósito de nuestra vida es prepararnos como predicadores del Evangelio para que nuestra vida irradie el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo y aceptan consagrar su vida a la tarea de anunciar el Reino de Dios e implantar la Iglesia en el mundo…”
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