Lenta Cesación del Diluvio (1-14).
1 Acordóse Dios de Noé y de todas las fieras y bestias que con él estaban en el arca, e hizo Dios pasar un viento sobre la tierra y comenzaron a menguar las aguas. 2 Cerráronse las fuentes del abismo y las compuertas del cielo, y cesó la lluvia de los cielos, 3 y las aguas iban menguando poco a poco sobre la haz de la tierra; comenzaron a bajar al cabo de ciento cincuenta días. 4 El día veintisiete del séptimo mes se asentó el arca sobre los montes de Ararat. 5 Siguieron menguando las aguas hasta el mes décimo, y el día primero de este mes aparecieron las cumbres de los montes. 6 Pasados cuarenta más, abrió Noé la ventana que había hecho en el arca, 7 y, para ver cuánto habían menguado las aguas, soltó un cuervo, que volando iba y venía mientras se secaban las aguas sobre la tierra. 8 Siete días después, para ver si se habían secado ya las aguas sobre la haz de la tierra, soltó una paloma, 9 que, como no hallase dónde hacer pie, se volvió al arca, porque las aguas cubrían todavía la haz de la tierra. Sacó él la mano y, agarrándola, la metió en el arca. 10 Esperó otros siete días, y al cabo de ellos soltó otra vez la paloma, 11 que volvió a él a la tarde, trayendo en el pico una ramita de olivo. Conoció por esto Noé que las aguas no cubrían ya la tierra; 12 pero todavía esperó otros siete días, y volvió a soltar la paloma, que no volvió más a él. 13 El año seiscientos uno, en el primer mes, el día primero de él, comenzó a secarse la superficie de la tierra, y, abriendo Noé el techo del arca, vio que estaba seca la superficie de la tierra. 14 El día veintisiete del segundo mes estaba ya seca la tierra.
La narración carece de unidad literaria.
Primeramente comienza el diluvio el año seiscientos de la vida de Noé, el día 17 del mes segundo.1 Luego las causas del diluvio, que son las fuentes del abismo o las compuertas del cielo que están derramando agua sobre la tierra ciento cincuenta días, pasados los cuales se cerraron.2 Al cumplirse el medio año del diluvio, o sea ciento ochenta días, el mes séptimo, el día 27, se detuvo el arca sobre los montes de Ararat. Hacía treinta días que el diluvio había cesado de caer sobre la tierra, y las aguas habían comenzado a bajar. El día primero del mes décimo aparecen las cimas de los montes. Las aguas continúan bajando, y el año seiscientos uno de la vida de Noé, el día primero del primer mes, la tierra se había vuelto seca. Noé abrió el techo del arca, y vio que la tierra se había secado. Todavía parece que aguardó hasta el 27 del mes siguiente. El diluvio había, pues, durado doce meses más diez días (desde el 17 del mes segundo del año 600 hasta el 27 del mismo mes del 601), un año solar completo.
Otra cronología se diferencia un poco de ésta, que resulta bastante artificial. Ante todo no se fija el comienzo del diluvio. Pero se nos dice que la lluvia torrencial duró cuarenta días. Pasados éstos, naturalmente las aguas comienzan a bajar. A los cuarenta días abrió Noé la ventana que había hecho en el arca, y comenzó a enviar mensajeros, primero el cuervo, a los siete días la paloma, otros siete días de nuevo la paloma, que vuelve con el ramo de olivo. Todavía espera Noé otros siete días para soltar la paloma, que no volvió. Era la señal de que la tierra estaba en condiciones de recibir a sus nuevos moradores. La duración del diluvio, según esta cronología, sería de ciento ocho días (40 + 40 + 7 + 7 + 7 + 7).
El monte Ararat, que la Vg. traduce por Armeniae, es el Urartu de las inscripciones cuneiformes, y designa, en efecto, Armenia, la región montañosa entre el Araxis y los lagos de Van y de Urmia.3 Los detalles del envío de los pájaros para cerciorarse de la terminación del diluvio aparecen en la narración del diluvio babilónico, como veremos.
Sale Noé del Arca (15-22).
15 Habló, pues, Dios a Noé, y le dijo: 16“Sal del arca tú y tu mujer, tus hijos y las mujeres de tus hijos contigo. 17 Saca contigo también a todos los animales de toda especie, aves, ganados, y todos los reptiles que se arrastran sobre la tierra; llenad la tierra, procread y multiplicaos sobre ella.” 18 Salió, pues, Noé con sus hijos, su mujer y las mujeres de sus hijos, 19 y salieron también todas las fieras, ganados, aves y reptiles que se arrastran sobre la tierra, según sus especies. 20 Alzó Noé un altar a Yahvé y, tomando de todos los animales puros y de todas las aves puras, ofreció sobre el altar un holocausto. 21 Y aspiró Yahvé el suave olor, y se dijo en su corazón: “No volveré ya más a maldecir a la tierra por el hombre, pues los deseos del corazón humano, desde la adolescencia, tienden al mal; no volveré ya a exterminar cuanto vivo hice sobre la tierra. 22 Mientras dure la tierra, habrá sementera y cosecha, frío y calor, verano e invierno, día y noche.”
Prosigue el autor sagrado la narración. Los v.15-19, con la enumeración de los que salieron del arca.
Dos puntos, pues, tenemos en esta perícopa: en el primero, Dios ordena a Noé salir del arca con todo lo que en ella hay, que son los hijos de Noé con las cuatro mujeres, las fieras, los ganados, reptiles y aves de toda especie. Todos habían sido conservados para la repoblación de la especie; por eso Dios les intima la misma misión que leemos en Gén. 1:28: “Creced, multiplicaos y llenad la tierra.” La bendición relativa al hombre en orden a su multiplicación aparece en 9:1.
El relato no nos habla de sacrificios hasta que en el Levítico da Dios a Moisés la ley sobre ellos; son los ritos de su ofrecimiento, luego nos habla de los sacrificios y ofrendas de los dos hermanos, Caín y Abel 5, y luego nos cuenta cómo Enós comenzó a invocar el nombre de Yahvé 6, no puede omitir el sacrificio ofrecido por Noé en acción de gracias por la gracia singular que acaba de recibir. Sin duda que, en previsión de este sacrificio y de otros que luego pudieran seguir, antes que los animales sacrificables se multiplicasen en la tierra, había introducido, de los animales puros y de las aves, siete parejas. Como harán luego los patriarcas, Noé levanta un altar, y en él ofrece a Yahvé un holocausto, es decir, un sacrificio total, en el que se quemaba toda la víctima.7 Es la primera vez que en la Biblia se habla de tales sacrificios, que resultan especialmente aceptables a Dios; por eso de ellos se dice frecuentemente que son “de olor suave y agradable a Dios.”8 Aquí el autor sagrado se muestra, según su costumbre de describir antropomórficamente las acciones de Dios, altamente realista al presentarnos a Yahvé aspirando el suave olor del sacrificio (v.21). Una expresión parecida encontramos en el elato del diluvio babilónico cuando se dice que los dioses, después de la catástrofe, se arremolinaron “como moscas” en torno al sacrificio ofrecido por Utnapistim para percibir su grato olor.9 El hagiógrafo bíblico añade que tan agradable fue el sacrificio a Yahvé, que se olvidó de la maldad humana y prometió no volver a enviar un castigo exterminador como el diluvio: No volveré a maldecir más la tierra (v.21), reconociendo que el hombre es por naturaleza débil y propenso al pecado: los deseos del corazón humano, desde la adolescencia, tienden al mal (v.21). Es una reflexión similar a la que se lee en 6,5 como explicación de la corrupción general merecedora del diluvio. Después de esta declaración sobre la fragilidad humana, el autor sagrado pone en boca de Dios la promesa de que en adelante, mientras el hombre viva, no se alterará el curso regular de las estaciones y la labor del hombre (v.22). Era preciso una garantía solemne de parte de Dios a los supervivientes de que la humanidad no habría de perecer por otro diluvio, para que se entregaran ilusionados a repoblar y trabajar la tierra, sin miedo a otra catástrofe.
Consideraciones en Torno a la Narración Bíblica del Diluvio.
Tras el somero análisis exegético de la narración del diluvio, saltan a la vista diversas cuestiones que es preciso abordar: 1) problema literario; 2) relación de la narración bíblica con el relato babilónico del diluvio; 3) historicidad y universalidad del diluvio bíblico.
1) Problema literario.
En esta narración bíblica del diluvio encontramos claros indicios de que el autor sagrado trabaja con elementos narrativos, que yuxtapone. En los escritores de la antigüedad no encontramos el sentido crítico de selección de documentos como entre los historiadores modernos; así, yuxtaponen y reproducen parcial o íntegramente documentos que tratan del mismo hecho, sin preocuparse de catalogarlos por su antigüedad ni de estudiar la mutua dependencia entre ellos en orden al esclarecimiento de la primera fuente, dándoles a todos los documentos el mismo valor histórico. Además no se preocupan de limar las pequeñas contradicciones entre ellos, pues no dan importancia a los detalles, sino que se atienen al sentido general de la narración sobre la cuestión principal que les interesa. Por eso transcriben los documentos tal como los encontraron en la tradición oral o escrita. Tampoco suelen citar la fuente de sus documentos, buscando su procedencia, dejando a la paciente inteligencia del lector la tarea de discernir lo que es verdadero en la narración.
En efecto, leyendo con alguna atención el texto sagrado, advertimos que hay hechos narrados dos veces: a) Dios afirma dos veces la corrupción de la humanidad 10; b) dos veces anuncia Dios a Noé la destrucción de la humanidad 11; c) dos veces Dios ordena a Noé que construya el arca para que se salven en ella su familia y los animales 12; d) dos veces se relata que Noé entró en el arca 13; e) dos veces se narra que las aguas crecieron y levantaron el arca 14; f) dos veces se dice que todos los vivientes están muertos 15; g) dos veces se promete al género humano que Dios no ha de enviar otro diluvio.16
Pero, además de esta reiteración en la narración de los hechos, existen divergencias respecto de las circunstancias: a) número de animales: según 6:19; 20, entraron en el arca sólo una pareja de animales, sin distinción de puros o impuros, mientras que, según 7:2-3, entraron en el arca siete parejas de animales puros y una pareja de animales impuros; b) origen del diluvio: según Gén. 7:4; 2; 17 y Gén. 8:6, el diluvio provino de una lluvia torrencial que duró cuarenta días y cuarenta noches, mientras que, según Gén. 7:11; 24 y Gén 8:2; 3, el agua del diluvio provenía no sólo de la lluvia, sino también de las fuentes del abismo; c) duración del diluvio: según Gén. 7:4; 12; 17 y Gén. 8:6, el diluvio duró cuarenta días y cuarenta noches, mientras que, según Gén. 7:11; 24 y Gén. 8:2; 3, el diluvio duró ciento cincuenta días; e) modo de conocer el fin del diluvio: según Gén. 6:6; 8; 10; 11, Noé conoció el fin del diluvio enviando una paloma, que volvió con un ramo de olivo, mientras que, según Gén. 8:15-19, Dios mismo reveló a Noé que había terminado el diluvio.
Pero por encima algunas divergencias de estilo accidentales está la concordancia en la doctrina religiosa monoteísta de este relato: Dios aparece como juez soberano y majestuoso que castiga a la humanidad soltando las fuerzas cósmicas, sin concesiones ni debilidades, propias de las narraciones mitológicas del diluvio babilónico. Es siempre el Dios santo, que odia la maldad y quiere que la humanidad entre por los caminos de la justicia y de la moralidad.
2) El diluvio bíblico y el diluvio babilónico.
Existen varias recensiones babilónicas del relato de un misterioso diluvio ocurrido en Mesopotamia. 17 La más interesante es la que aparece en la tabla undécima del Poema de Guilgamés. Según este poema, el héroe Guilgamés, acosado por el deseo de escapar a la muerte y alcanzar la inmortalidad, se dirige a la desembocadura de los ríos y conferencia con Utnapistim, el Noé caldeo, que había logrado el privilegio de la inmortalidad, para saber por qué medio lo había alcanzado. Este le cuenta la historia del diluvio: sin causa que lo justifique, los dioses resuelven enviar un diluvio a la tierra y destruir la vida de ella. Pero Ea, el dios de las aguas, tenía un devoto, Utnapistim, a quien reveló esta secreta resolución de los dioses, y le ordenó construir un bajel de determinadas medidas, en el que cargaría todas las riquezas, y con ellas la simiente de toda vida. Entraron en ella la familia de Utnapistim, el artífice de la nave y los animales domésticos. Apenas habían cerrado la puerta del bajel, sobrevino el diluvio, tan espantoso que los mismos dioses tuvieron miedo de él, y, como perros, huyeron a esconderse en lo más alto de los cielos. Cuando el diluvio hubo pasado, Utnapistim miró desde el bajel, y contempló la humanidad convertida en fango. Descubriendo a lo lejos una isla, dirigió hacia ella su embarcación. Para cerciorarse bien de las condiciones de la tierra y saber si podría desembarcar, envió primero una paloma, que volvió al bajel, porque no halló dónde poner los pies; una golondrina enviada luego hizo lo mismo. Soltó en tercer lugar un cuervo, el cual, viendo que las aguas habían descendido, se lanzó sobre las carnes muertas. La embarcación encalló en el monte Nisir, y Utnapistim salió de ella con su familia, ofreciendo un sacrificio en acción de gracias a las divinidades, las cuales acudieron presurosas, y “como seas” se arremolinaron en torno del sacrificio. La diosa Istar, que no había sido extraña al desencadenamiento del diluvio, pero que no lo quería de tales proporciones, invitó a los dioses a participar del sacrificio, excluyendo de él a Bel, que había sido el principal causante de la catástrofe. Sin embargo, cuando Bel se presentó y contempló el bajel y a los que en el mismo se habían salvado, se irritó y acusó a Ea de haber descubierto el secreto de los dioses. Al fin, el furor del dios se calma, y, subiendo al bajel, tomó la mano de Utnapistim y a su esposa, que se habían postrado ante él a Bel, tocando su rostro, los bendijo con estas palabras: “Antes Utnapistim era un ser humano; desde ahora él y su mujer serán semejantes a nosotros los dioses; que ellos habiten lejos en la desembocadura de los ríos.” Y así se les otorgó el don de la inmortalidad.
No cabe duda que existen claras semejanzas entre el relato bíblico y el babilónico, cuya redacción es muy anterior a aquél. En ambos relatos hay una decisión de la divinidad de aniquilar la humanidad con un diluvio; en ambos casos se salva una familia predestinada, amiga de una de las divinidades; en ambos se anuncia la calamidad al jefe de esta familia; en ambos relatos se refiere que la divinidad dio orden de hacer una embarcación, determinando sus medidas; en ambos relatos esta embarcación es calafateada de pez; en ambas embarcaciones se deja una puerta abierta; en ambos relatos se habla del ingreso de una familia en el arca; en ambos casos se habla de la destrucción de la tierra con sus habitantes; en ambos relatos se dice que el héroe envió diversas aves para conocer el fin del diluvio, y en ambos relatos se dice que después del diluvio los recién salvados ofrecieron sacrificios a los dioses, que fueron muy agradables a la divinidad, y en ambos casos se dice que la nave encalló en un monte.
Al lado de estos numerosos puntos de coincidencia hay claras diferencias: no coinciden las medidas de ambas embarcaciones ni la distribución interna de las mismas; en la narración bíblica se salvaron Noé, su mujer y sus tres hijos con sus mujeres, mientras que en la narración babilónica se salvan la familia del héroe, los artesanos de la embarcación y el batelero; los pájaros enviados no coinciden: en el relato bíblico, primero un cuervo y después tres veces una paloma, mientras que, en la narración babilónica, primero una paloma, después una golondrina y, finalmente, un cuervo.
Y, sobre todo, la gran diferencia de ambos relatos está en el fondo religioso de los mismos: en el babilónico, las divinidades se muestran asustadas ante el diluvio, mientras que el Yahvé-Elohim de la narración bíblica aparece majestuoso señor de las fuerzas cósmicas, que dirige contra la humanidad, y la catástrofe no tiene otra finalidad sino castigar a la humanidad pecadora. No hay vestigio de politeísmo en la narración bíblica, que es estrictamente monoteística. Nos hallamos, pues, ante dos tradiciones populares de un mismo hecho, famoso en la antigüedad. El hecho primitivo sustancial (una catástrofe diluvial de la que se salvó una familia predilecta de la divinidad) fue conservado en la tradición oral o escrita, revistiéndolo de concepciones religiosas en conformidad con su ambiente histórico. Así, en Mesopotamia el hecho aparece enmarcado en concepciones politeístas, mientras que en la tradición hebraica, esencialmente monoteísta, este hecho aparece narrado en conformidad con las exigencias monoteístas de la religión hebraica. Pero no se puede probar que haya dependencia literaria directa del relato bíblico respecto del babilónico, sino más bien dos versiones que se hacen eco de una fuente sustancialmente común18.
Es cosa averiguada que, por la revelación, Dios no da a conocer a sus profetas ni la historia humana ni la ciencia, sino sólo la doctrina de la fe. El juicio, pues, que el autor sagrado forma sobre tales documentos o tradiciones antiguas, no será un juicio crítico-histórico, sino religioso-teológico. Estos documentos, escritos u orales, estaban, sin duda, contaminados de errores politeístas, como acabamos de ver en el relato babilónico. El autor inspirado los pasa por el tamiz de su crítica profética, los depura de esos errores, informándoles de la doctrina monoteísta, que está encargado de enseñar. Con esto logra dos fines: anular, transformándolas, esas tradiciones populares politeístas, que eran en el pueblo vehículos de error, convirtiéndolas en vehículos de la revelación monoteísta. Suele decirse que en el arte es lícito el robo cuando va acompañado de asesinato, es decir, cuando el ladrón hace olvidar la obra robada con otra de más mérito artístico. A la luz de estos principios, creemos que podrían entenderse los relatos de la historia primitiva de la humanidad, a los que la revelación divina no añade más valor histórico que el que poseen sus fuentes, pero que enriquece de un valor profético, es decir, doctrinal. Acaso a alguno le parecerá esto extraño, pero no lo será a quien conozca un poco la historia de la Iglesia. Los historiadores de las religiones estudian con diverso espíritu y criterio la influencia del paganismo en el cristianismo, y de sus estudios resultan evidentes influencias ocasionales que el paganismo ha tenido en el desarrollo de la liturgia, en el culto de los mártires y en el origen de los santuarios. Para acabar con una solemnidad gentílica, la Iglesia introduce una fiesta cristiana; para suprimir la veneración de un lugar profano, pone en él el cuerpo de un mártir. Con esto logra cambiar las costumbres más arraigadas en la masa popular. Nos sería fácil hallar en la religión mosaica la frecuente aplicación de esta misma ley a muchos ritos y costumbres paganas. Pues cosa semejante creemos que ha sucedido con el relato del diluvio.
3) Historicidad y universalidad del diluvio bíblico.
No cabe duda que el autor sagrado se refiere a un hecho que considera histórico. No obstante, hay detalles en la narración que resultan inverosímiles, como la concentración de una pareja de todas las especies de animales, incluidas las fieras y los reptiles. Por eso, los autores, al explicar el grado de historicidad del relato, suelen acudir al género literario hiperbólico de los escritores orientales, que son propensos a generalizar. De ahí que, al tratar del problema del modo como se ha de entender el relato, los comentaristas no están concordes dentro del campo católico. Así, en concreto, respecto de la universalidad del diluvio hay tres opiniones:
a) Universalidad absoluta geográfica y etnográfica. — Según esta opinión, el diluvio bíblico anegó todas las regiones de los cinco continentes, ahogando a todos los vivientes, tanto del género humano como del reino animal. Es la opinión de los antiguos teólogos y comentaristas.19 Para sostener su tesis hacen hincapié en las frases de la Biblia donde se dice que el diluvio anegó “toda la superficie de la tierra”20, que fue ahogada “toda carne”21 y que fueron cubiertos los “montes que hay bajo el cielo”22. Para corroborar esta tesis, los concordistas del siglo ??? consideraban ciertos estratos geológicos húmedos o arcillosos (loess) como vestigios del diluvio universal bíblico. Incluso la existencia de fósiles marinos en regiones montañosas era un argumento en favor de su universalidad geográfica.23
Los científicos modernos sostienen que esos estratos diluviales se deben a las glaciaciones periódicas que tuvieron lugar en los períodos terciario y cuaternario.24 Por consiguiente, no tienen relación alguna con el diluvio bíblico. Por otra parte, afirman que toda el agua que existe en los océanos y en las nubes es insuficiente para anegar todos los continentes hasta las montañas más altas, como el Everest, que tiene 8.000 metros de altura. Además están las dificultades inherentes al problema de la concentración y selección de los animales de todas las especies. ¿Cómo se concentraron? ¿Cómo se seleccionaron para reunirse una sola pareja de cada especie? Y supuesto que se reunieran, ¿cómo darles cabida en una arca que tenía, según las dimensiones de la Biblia, una capacidad de-3.750 m2? Además estaban los problemas de aprovisionamiento. Todo esto exigía miles de milagros. Por estas dificultades, los mantenedores de la. universalidad geográfica y etnográfica absoluta creen que lo que se dice de los animales se ha de entender de los animales domésticos sólo. Pero entonces, ¿dónde se salvaron las fieras para repoblar de nuevo el mundo?
b) Universalidad geográfica relativa y etnográfica absoluta. — En vista de estas dificultades insolubles, muchos comentaristas sostienen que el diluvio afectó sólo a una parte geográfica de la tierra, pero esta parte era la que estaba entonces habitada por el hombre y poblada por animales.25 Los mantenedores de esta opinión toman en sentido atenuado y genérico las frases de la Biblia: anegó toda la tierra, murió toda carne, y los montes fueron sumergidos. Son expresiones hiperbólicas que se refieren a la tierra conocida del autor sagrado. Serían una expresión paralela a la de orbis terrarum de los romanos o la ? ????????? de los griegos. La narración bíblica no es científica, sino popular, y, por tanto, las frases se han de tomar en el sentido impreciso del pueblo. Así, la tierra a la que se refiere el autor sagrado sería Mesopotamia y sus alrededores. Parece que esta universalidad geográfica relativa es tolerada por algunos Santos Padres. 26
c) Universalidad geográfica y etnográfica relativas. — Muchos autores modernos católicos creen que el diluvio bíblico no afectó a toda la tierra geográficamente considerada ni anegó a toda la población del globo.27 Como los mantenedores de la opinión anterior tomaban en sentido atenuado la expresión toda la tierra, así estos comentaristas toman la expresión toda carne en sentido restringido, aplicable sólo al horizonte etnográfico conocido del autor sagrado. En los capítulos anteriores a la narración del diluvio se habla de la dispersión de la humanidad, y se presenta ya a los hombres como conocedores del uso de los metales 28, lo que supone a la humanidad ya muy extendida por el globo. De hecho sabemos que los metales no fueron utilizados antes del cuarto milenio a.C. Por otra parte, el autor sagrado, al hablar de la construcción del arca, supone en el constructor ciertos conocimientos técnicos que nos llevan, por lo menos, a la era neolítica. Ahora bien, en el período paleolítico estaba ciertamente habitada la mayor parte de Europa hasta la península Ibérica y parte de Asia y África. Además, en la Biblia se mencionan ciertos pueblos primitivos, como los zuzim, los emmim y los enaquim, que no aparecen entre la descendencia de Noé 29, lo que parece indicar que los autores sagrados suponen la existencia de gentes que no descienden de Noé; luego no fueron anegadas por el diluvio.
Luego bien puede ser que el autor sagrado se haga eco de una catástrofe local que tuvo lugar en la zona mesopotámica, cuyo recuerdo quedó también en la épica popular de la literatura cuneiforme.30 El autor sagrado, pues, a esta narración, recibida por tradición popular, le dio un sentido teológico-religioso para instruir a los lectores sobre los designios secretos de Dios sobre la humanidad y en orden a preparar el advenimiento del pueblo elegido que había de surgir de uno de los personajes salvados en el diluvio.
4) Doctrina teológico-profética del relato del diluvio
La corrupción del género humano es tan grande, que Dios, arrepentido de haberlo creado, resuelve destruirlo por medio del diluvio. Es ésta la obra de la justicia de Dios, que no puede sufrir la iniquidad. Pero esta justicia va templada por la misericordia, y así de la universal destrucción habrá de salvar un resto, con que de nuevo se ha de poblar la tierra. Noé, justo entre los hombres de su generación, creyó en la palabra de Dios 31, y, puesto a la obra del arca fue durante muchos años “el pregonero de la justicia” 32 para su generación. Pero ésta, incrédula 33, no hizo caso, hasta que vino el diluvio y los arrebató a todos. 34 El autor de la Sabiduría pondera la de Noé, que escapó al peligro en que los demás perecieron.35 El Eclesiástico le pregona como autor de la reconciliación porque conservó un resto en la tierra y, mediante una señal eterna, hizo Dios con él una alianza, la de no borrar con otro diluvio la humanidad 36. Todo esto es claro y no suscita dificultad alguna en quien posee el sentido de la fe 37. San Pedro alude a la narración del diluvio, argumentando que así como sólo se salvaron ocho personas en el arca, así sólo en la Iglesia es posible salvarse 38. Por ello, el arca es tipo de la Iglesia cristiana. El apóstol argumenta sin pretensiones de hacer exégesis histórico-científica, es decir, sin plantearse el problema de la universalidad etnográfica del diluvio, sino que, suponiendo en los lectores la creencia en esa universalidad que a primera vista parece desprenderse del relato bíblico, saca una lección adaptando la situación al caso de la Iglesia de Cristo. Es uno de tantos casos de argumentación homilética, tan frecuente en los autores del N.T., que no prejuzga la solución de cuestiones estrictamente científico-históricas. San Pablo presenta a Melquisedec tipo de Jesucristo porque no tiene en la Biblia padre ni genealogía 39. El modo como aparece en la Biblia sirve de base para el tipo literario presentado en la argumentación. Lo mismo habrá de decirse de la alusión de Cristo al diluvio 40. En su argumentación urge la necesidad de estar preparados para cuando venga el Señor, para que no suceda lo que a los despreocupados contemporáneos de Noé.
1 Gén. 7:11. — 2 Gén. 7:24; 8:2. — 3 El Pent. samaritano, la Peshitta y el Targum de Onkelos leen Kardu (en vez de Ararat), el actual Kurdistán. — 4 Según el documento ? (sacerdotal), Noé salió por orden expresa de Dios, mientras que, según J (yahvista), Noé decid ió salir por su propia voluntad al ver que había cesado el diluvio. — 5 Gén. 4:3s — 6 Gén. 4:26. — 7 Cf. Lev c.1. — 8 Lev 1:17. — 9 Cf. Tab. II del Poema de Guilgamés v.160 P. Dhorme, Textes Rel. assyro-babyloniens. p100. — 10 Gén. 6:5 y Gén. 6:12. — 11 Gén. 6:17 y Gén. 7:4. — 12 Gén. 6:18-20 y Gén. 7:1-3. — 13 Gén. 7:7-9 y Gén. 7:13-16. — 14 Gén. 7:17 y Gén. 7:18. — 15 Gén. 7:21 y Gén. 7:22. — 16 Gén. 8:21; 22 y Gén. 9:9; 11. — 17 La de Beroso, la de Nippur, la de Nínive, el fragmento Hilprecht y el Poema de Guilgamés. Véase H. Gressmann, Altor. Texte I (1926) 175. — 18 Véanse Los Textos En P. Dhorme,“Textes Rel. Assyr. — Babyloniens (1907) P.109; A. Poe-Bel, Historical Texts (1914) P.6-13; H. Gressmann, Altor. Texte I (1926) 198; Pritchard, A Near East. Oriental Texis (1950) 42-44; En Castellano Véanse Los Fragmentos En L. Arnaldich, O.C., 358-367; Véase La Comparación Entre Las Narraciones Bíblica Y Babilónica En F. Ceuppens, O.C., 3005. — 19 Cf. J. Brucker, Questions Actuelles d’Écriture Sainte (1875) 284-301. — 20 Gén7:18; 8:8; 9. — 21 Gén. 6:17. — 22 Gén. 7:19. — 23 Cf. J. González-Arintero, El diluvio universal, demostrado por la geología: RB 1 (1892) 51. — 24 Cf.M. A. Lapparent, La philosophie minérale p.245s; Th. Mainage, Les Religions de la Préhistoire (1921) p.1s. — 25 Así Hummelauer, Mangenot, Vigouroux, Bea, Heinisch, Rijckmans. — 26 Cf. San Juan Crisóstomo, In Genesim c.8 hom.26: PG 53,232.233. — 27 Es la opinión de C. Robert, A. Motáis, A. Scholz, J. Doller, Lesétre, C. Ceuppens. — 28 Cf. Gén. 4:20; 4:22. — 29 Cf. Gén. 14:5; Dt 2:10; Núm 24:21. — 30 El excavador americano C. L. Woolley creyó encontrar pruebas arqueológicas del diluvio al descubrir en Ur, junto Al Golfo Pérsico, Una Cultura Que Estaba Sepultada Por Un Metro De Lodo, Lo Que Arguye Una Inundación Local, Pues En Otros Lugares No Apareció Esa Capa. — 31 Heb 11:7 — 32 2 Pe 2:5. — 33 1 Pe 3:19. — 34 Mt 24:37s. — 35 Sab 10:4; 14:6. — 36 Eclo 44:171. — 37 Cf. Intr. Gén. c.2 a.11 — 38 1 Pe 3:20. — 39 Heb 7:3. — 40 Mt 24:37s.