BIBLIA COMENTADA 016: El Diluvio

El Diluvio.

La Corrupción Creciente de la Humanidad (1-4).

1 Cuando comenzaron a multiplicarse los hombres sobre la tierra y tuvieron hijas, 2 viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas, tomaron de entre ellas por mujeres las que bien quisieron. 3 y dijo Yahvé: “No permanecerá por siempre mi espíritu en el hombre, porque no es más que carne. Ciento veinte años serán sus días.” 4 Había entonces gigantes en la tierra, y también después, cuando los hijos de Dios se unieron con las hijas de los hombres y les engendraron hijos; éstos son los héroes famosos muy de antiguo.

Sobre la expresión “hijos de Dios.” la mayor parte de los Padres se inclina por la opinión propuesta por Julio el Africano, según la cual los “hijos de Dios” serían los descendientes de Set, mientras que las “hijas de los hombres” serían las descendientes de Caín1. En este supuesto desaparecería la dificultad relativa a alusiones míticas de la opinión anterior. Pero en el texto bíblico no hay restricción alguna al hablar de las hijas de los hombres (v.1), y, por otra parte, el contexto favorece la interpretación de “hijas de la humanidad” en general, expresión paralela a la anterior, “cuando comenzaron a multiplicarse los hombres…,” sin restricción alguna. Nada en el contexto alude a una contraposición de setitas y cainitas, base de esta interpretación. Por eso nosotros suscribimos el juicio de A. Clamer: “La solución de la dificultad habrá de buscarse en el carácter de cita que presentan los primeros versículos del capítulo 6. Dan la impresión, en efecto, de no ser más que un relato mutilado, del que ciertos rasgos son por ello más o menos comprensibles, sobre todo los versículos 3 y 4. Se puede suponer que pertenecen a una tradición popular que representaba el diluvio como la aniquilación de una raza de gigantes brutales y orgullosos. A causa de su fuerza sobrehumana, la imaginación popular les atribuía un origen igualmente sobrehumano. No siendo, pues, la obra personal del autor del Génesis, son reproducidos por él tal como los ha encontrado, y la manera como los introduce en su texto deja entender que hay una cita implícita que responde a las condiciones para permitir el recurso a esta manera de interpretar.”2 Eusebio veía en este pasaje bíblico el origen de las leyendas griegas sobre los gigantes y titanes, los cuales provenían de las relaciones entre las divinidades y las mujeres3. El texto bíblico, en realidad, mantiene su superioridad religiosa y moral al presentar al Dios como Soberano, Señor de la historia humana, y que no quiere transigir con las aberraciones sexuales reinantes: No permanecerá por siempre mi espíritu en el hombre, porque no es más que carne (v.3)4. En Gén. 2:7 se dice que Yahvé infundió sobre el rostro de Adán su soplo o espíritu y le infundió aliento de vida. Ahora Dios, enojado por tanta prevaricación, anuncia que ese su espíritu o aliento de vida no permanecerá en el hombre más de “ciento veinte años,” la extrema longevidad a que después del diluvio llegaron algunos patriarcas5. Algunos autores creen que aquí la cifra se refiere al lapso de tiempo que ha de transcurrir hasta el desencadenamiento del diluvio6. La palabra carne tiene aquí el sentido de fragilidad y aun de sensualidad: el hombre, bajo el pecado, se ha ido separando de Dios, entregándose a las exigencias carnales de su cuerpo y olvidándose de sus valores espirituales. Por eso Dios va a enviar el diluvio devastador.7

Yahvé Decreta el Diluvio (5-8).

5 Viendo Yahvé cuánto había crecido la maldad del hombre sobre la tierra y cómo todos sus pensamientos y deseos de su corazón sólo y siempre tendían al mal, 6 se arrepintió de haber hecho al hombre en la tierra, doliéndose grandemente en su corazón, 7 y dijo: “Voy a exterminar al hombre que creé de sobre la haz de la tierra, al hombre, a los animales, a los reptiles y hasta las aves del cielo, pues me pesa de haberlos hecho.” 8 Pero Noé halló gracia a los ojos de Yahvé.

El sentido de estos versículos es claro, y asimismo el entronque literario con los capítulos 2-4, por el modo tan humano que tiene al hablar de Dios, presentándole antropomórficamente arrepentido de haber creado al hombre. Notemos aquí, de una parte, la justicia de Yahvé, tan severa en castigar la maldad humana; pero, a la vez, la grandeza de su bondad y misericordia al hacer gracia a Noé para salvar a la raza humana. Como los animales habían sido creados para el hombre, por eso ahora aparecen condenados a perecer con él; pero también serán parcialmente salvados por amor al mismo hombre, que tiene de ellos necesidad. Este es el sentido teológico-profético de la narración. La concepción es ingenua. La humanidad había entrado por el camino de la maldad. En los capítulos anteriores, el autor sagrado se hizo eco de los primeros derramamientos de sangre y de la envidia y egoísmo de gran parte de la humanidad. Ahora reconoce que los pensamientos y deseos (del hombre) tendían al mal… (v.5)8. No quedaba sino el exterminio de casi toda la humanidad para ver si las nuevas generaciones eran mejores que las pasadas. De Noé habría de salir el retoño de bendición que habría de ser la salvación de la humanidad. No debemos perder de vista la perspectiva teológico-profética del hagiógrafo, que ahora nos narra la prehistoria del pueblo elegido, cuyos orígenes históricos comienzan con un descendiente de Sem, hijo de Noé.

Instrucciones de Dios a Noé (9-22).

9 Esta es la descendencia de Noé: Noé era varón justo y perfecto entre sus contemporáneos, y siempre anduvo con Dios. 10 Engendró tres hijos: Sem, Cam y Jafet. 11 La tierra estaba corrompida ante Dios y llena toda de violencias. 12 Viendo, pues, Dios que toda la tierra era corrupción, pues toda carne había corrompido su camino sobre la tierra, 13 dijo a Noé: “Veo venir el fin de todos, pues la tierra está llena toda de sus violencias y voy a exterminarlos con la tierra. 14 Hazte un arca de maderas resinosas, divídela en compartimientos y la calafateas con pez por dentro y por fuera. 15 Hazla así: trescientos codos de largo, cincuenta de ancho y treinta de alto; 16 harás en ella un tragaluz, y a un codo sobre éste acabarás el arca por arriba; la puerta la haces a un costado; harás en ella un primero, un segundo y un tercer piso, 17 pues voy a arrojar sobre la tierra un diluvio de aguas que exterminará cuanto abajo el cielo tiene hálito de vida. Cuanto hay en la tierra perecerá, 18 Pero contigo haré yo mi alianza, y entrarás en el arca tú y tus hijos, tu mujer y las mujeres de tus hijos contigo. 19 De todos los animales meterás en el arca parejas para que vivan contigo: 20 de las aves, de las bestias y de todo reptil de la tierra, dos de cada clase vendrán a ti para conservarles la vida. 21 Recoge alimentos de toda clase, para que a ti y a ellos os sirvan de comida.” 22 Hizo, pues, Noé en todo como Dios se lo mandó.

El autor hace la presentación de Noé como justo, ejemplar para sus contemporáneos, pues siempre anduvo con Dios (v.9). La frase se aplica al que en su conducta se amolda a las exigencias de la voluntad divina. El nombre de Noé es relacionado en 5:29 con la idea de consuelo. Es una etimología popular. 9

Los nombres de los tres hijos de Noé parecen relacionarse también con explicaciones populares: Sem (lit. nombre) parece aludir al carácter renombrado de la raza privilegiada semita, de la que había de salir el pueblo elegido; Cam parece aludir al color de la piel de los camitas (jam = calentado por el sol)10; Jafet parece aludir a la belleza de los componentes de la raza aria (yafet = hermoso).

De nuevo el autor sagrado insiste en la corrupción general de la tierra, que por metonimia simboliza a los hombres pecadores. Quiere dejar bien sentado que el diluvio es un castigo por los pecados de la humanidad depravada: toda carne había corrompido su camino (v.12). La palabra carne aquí tiene el sentido general de ser humano, como aparece en el v. 13: “el fin de toda carne ha llegado ante mí.”

Después se determinan las medidas y distribución del arca, en la que se han de salvar Noé y su familia11. Será de maderas resinosas o confieras12, con diversos compartimientos. Las dimensiones son: 300 codos de largo, 50 de ancho y 30 de alto, lo que nos da una nave de 150 metros de largo, 25 de ancho y 15 de alto13. El arca debe tener tres pisos de cinco metros de altura cada uno. Después se da la razón de haber mandado construir el arca: va a enviar el diluvio, y Dios ha hecho alianza con Noé (v.18) para liberarle de la catástrofe con su familia. Es la primera vez que en la Biblia se habla de una alianza de Dios con los hombres. En 9:9 se vuelve a hablar de esta alianza. Una vez anunciada esta alianza de salvación, Dios ordena a Noé que introduzca en el arca parejas de todos los animales (v.20), sin duda para salvar las especies del reino animal. Además, debe proveer de alimentos para su familia y para los animales. Noé cumplió puntualmente todo lo que se le había ordenado. El autor sagrado narra estos hechos con la mayor naturalidad, sin parar mientes en los problemas que había que resolver: una nave de las proporciones de un transatlántico moderno, jamás lograda por la ingeniería naval. Por otra parte está el insoluble problema de reclutar una pareja de las distintas especies de animales, hacerles convivir en el arca y después buscarles comida para todos. Únicamente si se restringe la concentración de animales a los domésticos es verosímil el relato. Pero el hagiógrafo describe con naturalidad los mayores milagros, que ciertamente para la omnipotencia divina son muy fáciles, pero no los suele multiplicar con facilidad. Y, por otra parte, hemos de tener en cuenta que el relato se sitúa en plena prehistoria, cuando aún no se conocía el uso de los metales. ¿Cómo hacer una nave tan grande sin instrumentos metálicos? El hagiógrafo, como en otros relatos, traslada modos de vida de su tiempo a las edades prehistóricas. El sentido de precisión histórica no suele ser característica de los escritores antiguos.

 

1 Es la opinión de San Crisóstomo, Hom. 22 in Gén. 2:3: PG 53,187.190; Agustín de Hipona le sigue: Quaest. 3 m Gén.: PL 34,349; San Cirilo Alej., Glaph. in Gén. 1:2: PG 69,54-55; 76,953. San Jerónimo duda, Haebr. Quaest., 6,2: PL 23,996. — 2 A. Clamer, o.c., p.176. — 3 Euseb., Praeparat. Evang. 5,4. Algunos autores traen a colación ciertas creencias popu-ires aún existentes entre los beduinos sobre las posibles relaciones sexuales entre los djin o genios demoníacos y las mujeres; cf. J. A. Jaussen, Coutumes Palestinienncs I (Naplouse) p.230-234; J. Chaine, o.c., p.103. — 4 Así siguiendo a los LXX. El sentido del v. dun es enigmático. La Bib. de Jér. traduce: “que mi espíritu no sea definitivamente humillado…,” relacionándolo con el árabe daña. — 5 Como excepción, se dice de Sem que vivió seiscientos dos años, y Sarug doscientos treinta anos. Gén. 11:11;25. — 6 San Jerónimo, Quaest. In Gen.. 6:2: PL 23,997. Es La Opinión De Bea, Heinisch, Vaccari, Ceuppens. — 7 Sobre La Interpretación De Esta Perícopa Pueden Verse Los Estudios Siguientes: J. B. Bauer, Videntes Filii Dei Filias Hominis (Gén 6:1-4): VD 31 (1953) 95-100; J. Goleran, The Sons Of God In Gén. 5:2: “Theolog. Studies,” 2 (1941) 488-510; K. Frühstorfer, Die Pe-Rikope Von Den Ehen Der Gottesohne Kein Mythus: “Theolog. — Prakt. Quartalschrift,” 84 (1931) 64-72; P. Joüon, Les Unions Entre Les “Fus De Dieu” Et Les “Filies Des Hommes” (Gén 6:1-4) : “Re-Cherches De Science Religieuse,” 29 (1939) 107-112: H. Junker, Zur Erkldrung Von Gén. 6,1-4: “Bíblica,” 16 (1935) 205-212; A. Lods, La Chute Des Anges: “Rev. D’histoire Et De Phil. Reí.,” 7 (1927) 295-315; G. Perrella, I Figli Di Dio E Lefiglie Dell’uomo (Gén 6:2-4): “Divus Thomas” (Piac.), 36 (1933) 435-450; Ch. Robert, Lesfils De Dieu Et Les Fiilles Des Hommes: RB 4 (1895) 34O-373; J- Enciso, Los Hijos De Dios En Gén. 6:1-4: Estbib 3 (1944) 190; Id., Los Gigantes De La Narración Del Diluvio: Estbib 1 (1941) 544-557-647-666; I. Goma Civit, La Causa Del Diluvio En Los Libros Apócrifos Judíos: Estbib 3 (1944) 25-54; F. Ceuppens, O.C., 242-265. — 8 La Bibl de Jér.: “su corazón no hacía sino formar malos designios a lo largo de la jornada.” Cantera: “y toda la traza de los pensamientos que formaba su corazón no era sino mala continuamente.” — 9 En heb. nuaj significa descanso. — 10 Cf. Jos 9:12. — 11 La palabra heb. tebah, que nosotros traducimos por arca (en gr. es ???????), y es traducida por muchos por nave, conforme al tebítu asirio, que significa nave. — 12 En heb. gofer, que parece ser el giparu asiro-babilónico: el ciprés. — 13 El codo viene a ser medio metro más o menos. Cf. A. Barrois, La métrologie dans la Bible: RB 40 (1931) 185-213.