“Pero todas esas medidas, ciertamente buenas y necesarias, serían aplicables al saneamiento de cualquier sociedad o institución que hubiera sufrido una corrupción en alguna parte de su ser. Son medios de mayor o menor eficacia para reducir el desastre, o incluso eliminarlo. Pero como en su mayoría se dan en el orden administrativo-funcional-laboral-policíaco-judicial, no llegan a operar lo suficiente en la mente, voluntad y sensibilidad de las personas. Son buenas y necesarias, pero no bastan, especialmente en el caso de la Iglesia. Disminuirán los robos, quizá, pero no el número de ladrones…”
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