Caín y Abel (1-16).
1 Conoció Adán a su mujer, que concibió y parió a Caín, diciendo: “He adquirido de Yahvé un varón.” 2 Volvió a parir y tuvo a Abel, su hermano. Fue Abel pastor, y Caín labrador. 3 Y al cabo de tiempo hizo Caín ofrenda a Yahvé de los frutos de la tierra, 4 y se lo hizo también Abel de los primogénitos de sus ganados, de lo mejor de ellos; agradóse Yahvé de Abel y su ofrenda, 5 pero no de Caín y de la suya. Se enfureció Caín y andaba cabizbajo; 6 y Yahvé le dijo: “¿Por qué estás enfurecido y por qué andas cabizbajo? 7¿No es verdad que, si obraras bien, andarías erguido, mientras que, si no obras bien, estará el pecado a la puerta? Y siente apego a ti, y tú debes dominarle.” 8 Dijo Caín a Abel, su hermano: “Vamos al campo.” Y, cuando estuvieron en el campo, se alzó Caín contra Abel, su hermano, y le mató. 9 Preguntó Yahvé a Caín: “¿Dónde está Abel, tu hermano?” Contestóle: “No sé; ¿soy acaso el guardián de mi hermano?” 10“¿Qué has hecho? — le dijo Él —. La voz de la sangre de tu hermano está clamando a mí desde la tierra. 11 Ahora, pues, maldito serás de la tierra, que abrió su boca para recibir de mano tuya la sangre de tu hermano. 12 Cuando la labres, te negará sus frutos y andarás por ella fugitivo y errante.” 13 Dijo Caín a Yahvé: “Insoportablemente grande es mi castigo. 14 Ahora me arrojas de esta tierra; oculto a tu rostro habré de andar fugitivo y errante por la tierra, y cualquiera que me encuentre me matará,” 15 Pero Yahvé le dijo: “No será así. Si alguien matare a Caín, sería éste siete veces vengado.” Puso, pues, Yahvé a Caín una señal, para que nadie que le encontrase, le matara. 16 Caín, alejándose de la presencia del Señor, habitó la tierra de Nod, al oriente de Edén.
Empieza a cumplirse el dicho anterior de que Eva será la madre de los vivientes. En el Génesis es ordinario que la madre ponga el nombre a sus hijos3. Eva reconoce aquí que el hijo es un don de Dios (v.1). El verbo empleado en la Biblia para designar las relaciones íntimas sexuales es conocer, en el sentido de experimentar y gustar. La exclamación de Eva: “he adquirido de Yahvé un varón,” está en relación con la etimología popular de Caín (de qanah, adquirir, comprar). En realidad parece que el nombre de Caín hay que relacionarlo con el Qain árabe, que significa herrero. Veremos cómo se atribuye a los descendientes de Caín la industria de los metales. Y se ha relacionado la tribu de los Qenitas — especialistas en la forja de los metales — con su epónimo Caín.
Del segundo hijo, Abel, no se da etimología alguna. Se le ha relacionado con el asirio ablû o aplû (hijo), o con el hebreo Hebel, que evocaría la idea de soplo o existencia precaria del segundo hijo de Adán. El hagiógrafo no menciona más que estos dos hijos de Adán y después a Set. En realidad sabemos que “engendró hijos e hijas” después de haber engendrado a éste4. Pero el hagiógrafo sólo señala los personajes que le interesan para su esquema histórico, que prepara la historia de Israel, que a su vez es presentada como “historia de salvación” para la humanidad. Hemos de tener en cuenta, pues, que la historia es fragmentaria y que el autor sagrado no pretende dar una lección completa de historia primitiva, sino recoger las tradiciones relativas a personajes que constituyen los primeros jalones de la historia de la salvación. Nos hallamos en plena prehistoria y, por tanto, las tradiciones históricas están diluidas en una masa nebulosa no pocas veces legendaria. Las leyendas etiológicas y populares abundan para dar explicación del origen de los pueblos. Por otra parte, el redactor que ha recopilado estas tradiciones antiguas, por falta de sentido estricto histórico, traslada formas de vida de su tiempo a las primeras etapas prehistóricas de la humanidad. Así, presenta a los dos primeros hijos de Adán como encarnando los dos modos de vida de su época: la agrícola y la pastoril (v.2). De hecho, sabemos que la agricultura no aparece en la prehistoria hasta los tiempos del neolítico, pues en los tiempos paleolíticos el hombre vivía de la caza. El hagiógrafo, al presentar a los dos hijos de Adán como representantes de la vida agrícola y de la vida pastoril, parece que tiene preferencias por esta última, sin duda porque la vida nómada, por su sencillez, se presta más a vivir de la Providencia divina. Las poblaciones sedentarias de Canaán eran más corrompidas, y los profetas siempre han añorado los tiempos nomádicos del desierto5. El autor sagrado hace notar que las ofrendas de Caín, hechas a base de productos agrícolas, no agradaron a Yahvé, mientras que la ofrenda de los ganados de Abel fue de sumo agrado a Dios. En el culto mosaico, los sacrificios de animales eran la parte central, mientras que las ofrendas de frutos o productos agrícolas tenían el carácter de complemento6. Quizá en la narración haya un eco de esta apreciación. No debemos perder de vista que en las narraciones bíblicas se quiere ante todo destacar ideas religiosas, morales o cultuales. Esto tiene aplicación sobre todo en estos primeros capítulos, relativos a la historia primitiva de la humanidad. Los orígenes de la humanidad quedaban muy lejos cuando se redactaron las tradiciones orales recibidas desde antiguo. Dios, que reveló a los hombres las verdades fundamentales tocantes al origen de las cosas y del género humano desde el punto de vista religioso — como criaturas de Dios, no ha querido darnos a conocer las incidencias de la historia de la humanidad.
Según los datos de la paleoantropología y de la prehistoria, el hombre vivió al principio de la caza, de la pesca y de las frutas de los árboles y productos que el campo espontáneamente producía. Es el género de vida de las tribus actuales aborígenes. Sólo en la edad neolítica, cuando el hombre ya había progresado y la alimentación empezó a escasear, surgió la agricultura y la cría organizada de animales o pastoreo, que supone la domesticación de los animales. El autor sagrado traslada a la aurora de la humanidad estas dos formas de dominar la tierra y los animales, que son las que estaban en uso en el pueblo israelita, ya establecido en Canaán. El sacrificio, por el que el hombre reconoce la soberanía de Dios e invoca su bondad, es una forma espontánea de culto 7, y ha debido de ser practicado desde los orígenes, ofrendando a Dios las cosas mismas de que vivía y que le eran más caras, es decir, parte de su caza, de su pesca o de los frutos de la tierra, como hacen hoy día las tribus aborígenes.
Además, como hemos indicado antes, al presentarnos a Caín y Abel, como labrador uno y pastor el otro, tal vez nos quiera poner la vida de los patriarcas-pastores por encima, en el orden moral, de la vida de los agricultores. Así dice que las ofrendas de Caín no agradaron a Dios, mientras que las de Abel fueron particularmente bien recibidas. San Pablo da testimonio de la fe de Abel, con que agradó a Dios 8; pero el autor sagrado no declara por qué unas ofrendas fueron gratas a Dios y otras no, y cómo manifestó su benevolencia especial hacia Abel. La Ley repite con frecuencia que Dios bendecirá los trabajos de los que le sirvan, y, al contrario, negará su bendición a los que no se cuidan de su servicio9. Sin duda que Caín, al ver la prosperidad de los ganados de su hermano y compararla con la penuria de sus productos, sintió la envidia en su corazón, que se declaró en el amargor y tristeza reflejada en su rostro; actitud que le llevó a perpetrar el primer homicidio. En este proceso, Dios le habló al corazón; el hagiógrafo finge un hermoso coloquio íntimo de Dios con Caín, invitándole a cambiar de sentimientos y a no dejarse llevar de pensamientos siniestros criminales. Las palabras puestas en boca de Dios por el hagiógrafo reflejan sentimientos de benevolencia y comprensión para con el hombre abatido y reflejan la lucha psicológica de la tentación en un ánimo especialmente preparado para caer: ¿Por qué andas cabizbajo? ¿No es verdad que, si obraras bien, andarías erguido, mientras que, si no obras bien, estará el pecado a la puerta, pues él siente apego a ti, y tú debes dominarle a él? 10 Esta hermosa observación psicológica, puesta en boca de Dios, es la voz de la conciencia del hombre, que a su vez es la voz de Dios. Cuando el hombre se halla preparando algo contra la ley de Dios, oye la voz preventiva de la conciencia enseñándole el buen camino que debe seguir. Si obra bien, puede estar orgulloso de sus acciones, mientras que, en caso contrario, si tiene malas disposiciones, el “pecado está a su puerta,” es decir, se halla como una fiera dispuesta a entrar y caer sobre la presa. Sin duda que aquí el pecado alude al homicidio que va a perpetrar. Las disposiciones actuales de Caín, con su complejo de amargor y derrotado, son el campo más abonado para que el crimen tenga acceso a su alma.
Pero Caín no quiso oír la voz de Dios, reflejada en la de su conciencia, que le prevenía contra el pecado o crimen, y se decide a lo peor. Llama a su hermano para salir juntos al campo. Pero ¿es que habitaban ya en ciudades cuando no existían más que ellos solos y sus padres? De nuevo vemos aquí reflejado el ambiente de la época del redactor trasladada inconscientemente a la vida prehistórica. Esto mismo se refleja en la frase del v.14: Cualquiera que me encuentre, me matará. En los días de Caín aún no existían los prójimos vengadores (goel) encargados de vengar la sangre de Abel. Así, pues, vemos cómo el ambiente social de la época del redactor se desplaza a los tiempos prediluvianos. Es una falta de perspectiva histórica muy corriente en los escritores de la antigüedad, cuando para la historia no existía el criterio de exigencia en materia de exactitud de los hechos. Como los artistas del Quatrocento pintan las escenas de la vida de Jesús teniendo en cuenta las indumentarias y módulos arquitectónicos del tiempo del artista, así los hagiógrafos, al redactar tradiciones antiguas nebulosas sin contornos claros históricos, trasladan su Weltanschaung a los tiempos de los personajes de sus relatos.
Caín, por fin, perpetró el temible crimen. Es el primer homicidio de la historia, y el autor sagrado ha querido encarecer su gravedad apelando al llamamiento de la conciencia al bien antes de que se perpetrara tal enormidad. Dios no puede ahora dejar impune tal acción, y por eso pide cuentas al propio Caín. Es sentencia divina de que quien “derramare la sangre del hombre, su sangre será derramada, porque a imagen de Dios ha sido hecho el hombre.” 11 Por esto la sangre de Abel clama al cielo desde la tierra en que fue derramada, y pide justicia a la venganza divina. El homicida, atormentado por su propia conciencia, se ve forzado a huir de aquellos lugares, que le recuerdan a su hermano y el crimen en él cometido. Y huye, sin poder detenerse, perseguido por la sombra de su víctima y la acusación de su conciencia, temiendo que una mano vengadora descargue sobre él un golpe mortal. Pero ¿de quién podía temer la venganza, si no existía más que Caín? Pero el autor sagrado, al describir a Caín errante, piensa en la suerte del homicida de su tiempo que tiene que andar errante huyendo de su go’el, o vengador de la sangre. Entre las tribus beduínas, donde no existe policía organizada, cuando hay un homicidio, un pariente de la víctima debe comprometerse a buscar al asesino y a darle muerte. Esta concepción es la que aparece reflejada en el caso de Caín. La sangre de la víctima inocente clama venganza al cielo. Por eso se solía cubrir con tierra, como esperando ahogar su grito mudo ante Dios12. La sangre es el símbolo de la vida, y sólo Dios puede quitarla. Según el texto bíblico, Caín en adelante será como maldito de la misma tierra que ha recibido la sangre del inocente. En adelante tendrá que luchar contra ella, pues ésta le negará sus frutos; es el castigo divino al homicida. Por ello, Caín es condenado a andar vagabundo por el mundo, huyendo del vengador de su hermano y de los lugares que le recuerdan a Abel. En todos estos detalles hay observaciones psicológicas muy finas. El estilo es descriptivo. Es el capítulo anterior, en el que abundan los diálogos para expresar ideas teológicas y observaciones psicológicas. El homicida reconoce su crimen: insoportablemente grande es mi castigo13. Por ello llega a desear la muerte de manos del primero que le encuentre (v.14). Y así quiere huir hacia la estepa, donde no hay protección familiar alguna. Pero Dios no quiere que la venganza se ejerza ciegamente, y por eso dice que el que se vengue de Caín será siete veces vengado. Es la condenación de la práctica de la ley de venganza de la sangre llevada a cabo sin control. Y para destacar esta idea de protección sobre Caín, el hagiógrafo dice que le puso a éste una señal para que se le distinguiera y no se le matara. Según San Jerónimo, esa señal impuesta por Dios a Caín es el temblor de su cuerpo y la agitación de su mente. En realidad no sabemos en qué consistió. Pero lo que el autor sagrado quiere destacar es la protección de Dios sobre él para que no se ejerza la venganza, que pudiera ser principio de una cadena interminable de crímenes, como lo denuncia el fiero hijo de Caín, Lamec: “Si Caín sería vengado siete veces, Lamec lo será setenta veces siete.”14
Parece que el hagiógrafo quiere condenar aquí los abusos del derecho de venganza que se daban en su tiempo. Dios se encargará de hacer justicia, y, en el caso de Caín, el castigo será el remordimiento y el verse obligado a andar errante sin encontrar tranquilidad. Por otra parte, el autor sagrado destaca la misericordia y benevolencia divinas, que invitan al pecador al arrepentimiento. Vemos aquí “una noción muy elevada de Dios y de la religión y altas lecciones morales: primero el horror de Yahvé por el pecado, señalado por el castigo infligido al culpable, y, sin embargo, a pesar de la severidad del castigo, hay lugar junto a la justicia para la piedad y la misericordia, que tienden una mano al pecador, intentando llevarle a mejores sentimientos. Igualmente, de la aceptación diversa hecha a la ofrenda de los dos hermanos se deduce que las oblaciones y los sacrificios no bastan por sí mismos para captar la benevolencia divina; ésta dependerá de las disposiciones del corazón, y si Yahvé no vuelve sus miradas hacia Caín como hacia Abel, es porque el estado del alma de Caín no es de la calidad de la de Abel. Es la idea que los profetas intentarán inculcar al pueblo de Israel, siempre inclinado a darse por satisfecho con un culto externo, sin preocuparse de los sentimientos internos del alma, que deben ser los de una vida justa o de sincero arrepentimiento.”15
Después el hagiógrafo consigna que Caín se apartó de Yahvé, que habitaba en Edén, y se marchó a habitar a la tierra de Nod, al oriente de Edén. No podemos localizar el lugar de morada de Caín, pero nod en hebreo significa “andar errante”; así que el nombre de esa región parece buscado para expresar que Caín se dirigió hacia tierras deshabitadas para continuar su vida errante y fugitiva. No pocos autores consideran a Caín como el antepasado epónimo de la tribu de los qenitas, tribu nómada de las estepas del Sinaí, que se agregó al pueblo hebreo 16; y la señal de Caín sería una explicación popular de los tatuajes (wasm) de estas gentes despreciadas de la estepa. En 5:12 se habla de un nieto de Set llamado Cainán, cuyo nombre puede relacionarse también con la tribu de los qenitas o cineos.
3 En el documento sacerdotal es el padre el que pone el nombre al hijo, mientras que en el yahvista y elohista es la madre. — 4 Gén. 5:4. — 5 Cf. Jer 35:1-n, donde se alaba la vida simple y nomádica de los recabitas. Cf. Os 2:16. — 6 Cf. Lev 3:9-11:14-16. — 7 Cf. Tomás de Aquino, 2-2 q.85 a.I. — 8 Heb 11:4; cf. 1 Jn 3:12. — 9 Lev 26:3s; Dt 28:1s. — 10 Esta versión está ceñida, lo más posible, al TM, pero es un tanto extraña. En realidad, el texto parece está corrompido, por lo menos en la segunda parte. Según nuestra traducción, el pecado está personificado en una fiera salvaje, que está sentada a la puerta, dispuesta a dar el asalto al dueño en cuanto la abra. Se ha hecho notar el parecido del part. heb. robes y el rabtsu (acurrucado) de los textos cuneiformes, que es una especie de demonio. En los textos de Tell Amarna, rabisu designa al inspector o centinela que está sobre los príncipes cananeos. Así, rabisu se entiende como espía que está al acecho de su presa en el camino. Cf. E. Dhorme, Les religions de Babylonie et d’Assyrie (1949) 261. Los LXX traducen el pasaje de un modo muy diferente: “No es verdad que, si tú ofreces el bien, pero no lo divides, tú pecas? Estáte tranquilo; porque él te volverá y tú le dominarás.” Otras versiones: Bibl. de Jér.: “Si tú no estás bien dispuesto, el pecado, ¿no está a la puerta, como fiera agazapada que te desea y tú debes dominar?” Cantera: “Si mal obras, ¿no acechará a la puerta el pecado, que hacia ti tenderá, aun cuando podrás dominarlo ?”Pueden verse los artículos de G. E. glosen, Der Damon Sünde (Gén 4:7): Bi 16 (1935) 431-442; Ch. Jean, Le Démon de la portedans un verset de la Genése, “Rev. Apologétique,” 63 (1936) 113-117; David Maeso, Una nueva solución de Gén. 4:7b: CT 85 (1958) 53-58. — 11 Gén. 9:6. — 12 Cf. Job 16:18; Is 26:21; Ez 24:7-8. — 13 El TM dice “mi culpa” (‘awon), y así lo entienden los LXX. Pero la palabra heb. puede tener también el sentido de castigo por la culpa. Y así encaja mejor en el contexto. La Bibl. de Jér. traduce por “mi pena…” — 14 Gén. 4:24. — 15 J. Chaine, Le livre de la Genése p.79. — 16 Cf. Núm 10,29; Jue 4:11; 17; 1 Sam 16:6. Los recabitas pertenecían a esta tribu nómada: 1 Par 2:55.