“Si toda escuela es una comunidad educativa, una escuela católica tiene que ser una comunión de amor: una unión de hijos de Dios en la verdad y en la caridad. “La Iglesia ve en el hombre, en cada hombre, la imagen viva de Dios mismo” (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 105): este es el punto crucial que debería marcar la diferencia entre una escuela laica y una escuela verdaderamente católica. El hecho diferencial de una escuela católica no es la disciplina ni el bilingüismo ni la excelencia académica: es el amor. Y la única norma que se debe establecer de modo inflexible e incuestionable en ella es la caridad, entendiendo por caridad el modo de amar de Dios: un amor incondicional…”
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