“Grandes mujeres forman parte de nuestra historia, algunas realizaron una notable labor política y espiritual, vivieron en Madrid, pero su reconocimiento, en ocasiones, se debe a su filiación real y no a sus logros. Este es el caso de Juana de Austria, la emperatriz María o Margarita de la Cruz, entre otras. Juana de Austria había estado casada con Juan Manuel de Portugal, que falleció muy pronto, quedando en Portugal en muy mala posición. Se vio obligada a regresar a España donde su padre, Carlos V, le encomendó la regencia del país, labor que realizó con gran acierto. Tenía como confesor a Francisco de Borja quien, años antes, había estado al servicio de la corona y que tras la muerte de su esposa y una profunda conversión había ingresado en la Compañía de Jesús. Francisco la animó a la fundación del Monasterio de la Consolación, conocido como las Descalzas Reales…”
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