Érase una vez un león que estaba descansando en la selva, después de un día de caza. Era un día caluroso y solo le apetecía dormir.
Cuando se encontraba más cómodo, llegó un ratón haciendo mucho ruido. El león era tan grande que ni si quiera se percató, pero el ratón empezó a subir por su nariz.
El león se despertó con muy mal humor, empezó a gruñir, y agarró al ratón, preparándose para comerlo.
“¡Perdóname!” suplicó el pobre ratón. “Por favor déjame ir y algún día seguramente te lo pagaré”.
Al león le resultó divertido pensar que un ratón podría alguna vez ayudarlo. Pero fue generoso y finalmente lo liberó.
Algunos días más tarde, mientras acechaba a una presa en el bosque, el león quedó atrapado en la red de un cazador.
Era incapaz de liberarse y rugió fuerte para pedir ayuda. El ratón reconoció la voz y acudió rápidamente para ayudarlo. Mordió una de las cuerdas que ataban al león y este se liberó.
Entonces el ratón dijo:
“Incluso un ratón puede ayudar a un león”.
Moraleja: no menosprecies lo que pueden hacer los demás. Aunque parezca lo contrario todos te pueden ayudar.