Fue aquel anciano a la tienda de celulares y presentó su reclamo: “Este aparato no sirve.”
El joven de la tienda recibió el reclamo y se dispuso a hacer las pruebas para ver qué estaba ma con aquel aparato. Volvió después de unos minutos y le dijo: “Señor su aparato está en perfectas condiciones.”
Al anciano se le llenaron de lágrimas los ojos. Y con voz quebrada comentó mientras se alejaba: “¿Y entonces por qué no me llaman nunca mis hijos?”