“Mons. Aupetit explica que desde pequeño tuvo que vivir su fe prácticamente en soledad porque nadie en su familia era católico practicante e incluso sus dos abuelos eran «anticlericales de la cabeza a los pies». «Mis amigos tampoco eran practicantes. Así que tuve que vivir mi fe en soledad», cuenta el prelado; y añade: «Lo único que me enseñó mi madre fue el Padrenuestro y el Avemaría. A través de esas dos oraciones aprendí a hablar con Dios. Pero en secreto: nadie me enseñó»…”
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