Si alguien se pregunta por qué tantos Estados modernos favorecen los consumos “recreativos” de sustancias psicotrópicas, como la marihuana, la respuesta puede ser muy sencilla: se trata de una doble ganancia. Por un lado, ganancia de popularidad al favorecer los caprichos–mal llamadas aquí “libertades”–individuales, en épocas de tanto egoísmo y sobrecentramiento en el yo acariciado e idolatrado. Por otro lado, neutralización masiva de cualquier conato de genuina capacidad de crítica o de reacción por parte de una amplia porción de la sociedad, atontada y bien amarrada a sus placeres efímeros y solitarios. Prueba de lo dicho encontramos ya en lugares como Madrid, España.
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