Hay que evitar la falsa humildad que lleva a no apreciar ni agradecer ni aprovechar lo que Dios ha hecho por uno, y así lleva a la desesperación. Y evitar también la soberbia del que pretende darse valor a sí mismo rebajando a otros. Lo correcto es decir: Lo que tengo y soy lo he recibido del Señor, y por eso sé que soy valioso y que mi vida es para darle a Él toda la gloria.