Con motivo de la visita apostólica del Papa Francisco a mi país, Colombia, muchos sabemos qué mensajes podemos esperar: palabras de paz, invitaciones a la reconciliación, o, como dice el lema oficial: “Demos el primer paso.”
Estoy seguro de que, como en tantos lugares, también en Colombia el Papa será acogido con cariño y respeto, como corresponde a su investidura y a su altísima misión. Sus palabras y sus gestos de amor, sobre todo a los pobres, no pasarán desapercibidos.
Es de esperar también que el Papa hable particularmente al corazón de nosotros, los consagrados: religiosos, diáconos, sacerdotes y obispos. Sus discursos, podemos estar ciertos, tendrán invitaciones muy directas hacia un compromiso más intenso con nuestra vocación.
Todo eso, podemos decir, es algo que se puede esperar.
Pero algunos nosotros pedimos a Dios también que otorgue, según su voluntad, las sorpresas de su gracia y su amor, de modo que incluso más allá de las expectativas humanas, Dios rebase expectativas y haga su obra del tamaño que Él quiera, superando todo lo que podemos predecir.
¡Así sea!