“La persona humana quiere y puede ser feliz. Es conocido el dicho de San Agustín de que cualquier hombre al preguntarle si quería ser feliz, inmediatamente respondía que sí. También son conocidas las respuestas de los griegos para ser feliz desde el epicureísmo con su hedonismo moderado, hasta la mística dionisíaca con el placer desenfrenado, sin importar nada de nada. La mayoría, sin embargo, pretende una moderación. Éticas más depuradas como la de Aristóteles unen la felicidad al bien. Platón muestra una vía de progresión y superación hasta llegar a la contemplación de la Verdad y del Bien que llena de felicidad, como ya había adelantado Sócrates…”
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