LECTIO 20160915

LECTURA ESPIRITUAL.

#LectioFrayNelson para la Memoria de Nuestra Señora de los Dolores

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LA GRACIA del Viernes 16 de Septiembre de 2016

Pidamos al Señor que muchas mujeres respondan al llamado a servir en la obra de Cristo, como lo hicieron en su momento las santas mujeres del Evangelio.

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Explicación de lo increíble: el camino de la penitencia

Quiso Dios expresarnos su amor a los hombres, para que nos uniéramos a él por amor. Y así comenzó por declararnos su amor en la misma creación, dándonos la existencia y el mundo. Más abiertamente nos expresó su amor por la revelación de los profetas de Israel, y aún más plenamente por el hecho de la encarnación de su Hijo divino. Pero la máxima declaración del amor que Dios nos tiene se produjo precisamente en la Cruz del Calvario, donde Cristo dio su vida por nosotros (+Jn 3,16; Rm 5,8).

Pues bien, el bendito padre Roa quiso decir a los indios con su propia vida esta palabra de Dios, quiso expresarles esta declaración suprema del amor divino, y por eso buscó en sus pasiones personales representar vivamente ante los indios, para convertirlos, la Pasión de nuestro Salvador.

La espiritualidad cristiana de todos los siglos, tanto en Oriente como en Occidente, ha querido siempre imitar a Jesús penitente, que pasó en el desierto cuarenta días en oración y completo ayuno, y ha buscado también siempre participar con mortificaciones voluntarias de su terrible pasión redentora en la cruz. Y así la Iglesia católica, por ejemplo en la liturgia de Cuaresma, exhorta a los cristianos al «ayuno corporal» y a «las privaciones voluntarias». Y ésta es la ascesis cristiana tradicional, viva ayer y hoy.

Así San Gregorio de Nacianzo, al enumerar las penalidades del ascetismo monástico, habla de ayunos, velas nocturnas, lágrimas y gemidos, rodillas con callos, pasar en pie toda la noche, pies descalzos, golpearse el pecho, recogimiento total de la vista, la palabra y el oído, en fin, «el placer de no tener placer» alguno (Orat. 6 de pace 1,2: MG 35,721-724). Y muchos santos, como San Pedro de Alcántara o el santo Cura de Ars, han recibido del Espíritu un especial carisma penitencial, y han conmovido al pueblo cristiano con la dureza extrema de sus mortificaciones.

Otros santos ha habido, no menores, pero con vocación diversa, que mirando al Crucificado, han procurado con toda insistencia «el placer de no tener placer», el «padecer o morir» de Santa Teresa. En este mismo sentido, Santa Teresa del Niño Jesús escribe: «Experimenté el deseo de no amar más que a Dios, de no hallar alegría fuera de él. Con frecuencia repetía en mis comuniones las palabras de la Imitación: “¡Oh Jesús, dulzura inefable! Cambiadme en amargura todas las consolaciones de la tierra” (III,26,3). Esta oración brotaba de mis labios sin esfuerzo, sin violencia; me parecía repetirla, no por voluntad propia, sino como una niña que repite las palabras que una persona amiga le inspira» (Manuscrito A, f.36 vº).

El padre Roa, pues, tuvo muchos hermanos, anteriores o posteriores a él, en el camino de la penitencia, aunque quizá ninguno fue llevado por el Espíritu Santo a extremos tan inauditos.

Los cristianos modernos, sin embargo, sobre todo aquellos que viven en países ricos, no suelen practicar la mortificación, y ni siquiera llegan a entender su lenguaje, hasta el punto de que algunos llegan a impugnar las expiaciones voluntarias, que vienen a ser para ellos «locura y escándalo» (1Cor 1,23). Aunque por razones muy diversas, coinciden en esto con Lutero, que rechazaba con viva repulsión ideológica todo tipo de mortificaciones penitenciales (Trento 1551: Dz 1713). Estos modernos según el mundo, marginados del hoy siempre nuevo del Espíritu Santo, se avergüenzan, pues, del bendito fray Antonio de Roa, y sólo ven en él una derivación morbosa de la genuina espiritualidad cristiana.

Pero en esto, como en tantas otras cosas, los indios mexicanos guardaban la mente más abierta a la verdad que quienes han abandonado o falseado el cristianismo, y ellos sí entendieron el inaudito lenguaje penitencial del bienaventurado padre Roa, viendo en él un hombre santo, es decir, un testigo del misterio divino. Ellos mismos, en su grandiosa y miserable religiosidad pagana, conocían oscuramente el valor de la penitencia, y practicaban durísimas y lamentables mortificaciones.

Motolinía cuenta que «hombres y mujeres sacaban o pasaban por la oreja y por la lengua unas pajas tan gordas como cañas de trigo», para ofrecer su sangre a los ídolos. Y los sacerdotes paganos «hacían una cosa de las extrañas y crueles del mundo, que cortaban y hendían el miembro de la generación entre cuero y carne, y hacían tan grande abertura que pasaban por allí una soga, tan gruesa como el brazo por la muñeca, y el largor según la devoción» (Motolinía I,9, 106). De otras prácticas religiosas, igualmente penitenciales y sangrientas, da cuenta detallada fray Bernardino de Sahagún (p.ej. II, apénd.3).

Fray Antonio de Roa entendía sus pasiones como un martirio, un testimonio en honor de Jesucristo para la conversión de los indios, y de hecho no practicaba sus espectaculares expiaciones estando con los frailes, sino sólo cuando estaba sirviendo a los indígenas. Por lo demás el padre Roa -acordándose del martirio de Santa Agueda, de quien se decía que no fue curada de sus heridas sino por el mismo Cristo-, no procuraba curar las heridas y quemaduras producidas por sus penitencias. Y sin embargo, los viernes cuaresmales estaba curado de las lesiones del miércoles, y el miércoles estaba sano de las del lunes… Por eso, como dice López Beltrán, «sus penitencias eran un milagro continuado» (99).

El padre Grijalva, saliendo como otras veces al encuentro de posibles objeciones, dejan a un lado a los maliciosos que se ríen de todo esto, y dice a aquellas personas de buena voluntad, que quizá consideren imprudentes estas penitencias, que «se acuerden de las inauditas penitencias que San Jerónimo refiere» de los santos del desierto y de otras que vemos en la historia de la Iglesia, «de las que se dice que son más para admirar que para imitar. Y eso mismo puede juzgar de las que vamos contando, y dar gracias a N. S. de que en nuestros tiempos y en nuestra tierra nos haya dado un tan raro espectáculo, que en nada es inferior a los antiguos» (II,21).


El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.

LECTIO 20160914

LECTURA ESPIRITUAL.

#LectioFrayNelson para el Miércoles XXIV del Tiempo Ordinario

[Donde se celebra la Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz:]
Para la Santa Cruz

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¿Qué es el Purgatorio?

“En una sociedad y en un país donde hay muchas creencias diferentes sobre religión, es común que muchas personas católicas se sientan atacadas o cuestionados sobre su fe y algo que comúnmente quieren saber es porqué creemos en el purgatorio y si es algo con bases bíblicas. Veamos cuatro razones del por qué creer en él…”

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LA GRACIA del Jueves 15 de Septiembre de 2016

MEMORIA DE NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES

Cristo con su sangre y la Virgen María con sus lágrimas nos muestran que la vida cristiana es de participación en la cruz y que el dolor no derrumba nuestra fe sino que la hace madurar.

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¿Podemos afirmar que Dios es el mismo si sus leyes cambian del Antiguo al Nuevo Testamento?

Fray Nelson, le hago una pregunta: Hay una disputa entre cristianos no católicos sobre la ropa que debe usar o ponerse una mujer cristiana. Los que dicen que una mujer cristiana no debe usar pantalón se fundamentan en el siguiente pasaje bíblico: “La mujer no llevará ropa de hombre ni el hombre se pondrá vestidos de mujer, porque el que hace esto es una abominación para Yahvé tu Dios”. Resulta que cuando uno para refutar les dice que este texto hay que leerlo a la luz de un contexto, es decir, el contexto histórico y la mentalidad para a cual fue escrito, responden estas personas que Dios es siempre el mismo. La pregunta es: ¿como se demuestra que el hecho de que Dios sea siempre el mismo, no contradice el que este texto haya que leerlo de acuerdo a un contexto histórico y cultural, y viceversa? — J.S.

* * *

La alusión al contexto es insuficiente como respuesta. Es demasiado vaga, y si lo piensas bien, podría servir para justificar casi cualquier cosa: cada vez que encuentre algo en la Biblia que no me guste, voy a decir que eso sólo valía para ese contexto. Así obran, por ejemplo, los que afirman por ejemplo que sí se debe permitir la ordenación sacerdotal de mujeres porque los textos que se oponen a tal práctica pertenecen a un contexto cultural machista, que se va superando, según ellos piensan. Así que la clave de la respuesta no está en la palabra contexto.

Esa clave más bien hay que buscarla en el papel que cumplía la Ley de Moisés. San Pablo nos dice expresamente que la Ley fue un “pedagogo” para llevarnos a Cristo (Gálatas 3,24); y la Carta a los Hebreos 8,13 considera que esa Ley ha quedado desueta y superada por el nuevo régimen en Cristo, basándose en Jeremías 31,31-34. De modo que tenemos razones bíblicas para considerar el conjunto de la Ley de Moisés como una provisión de Dios que, en su misericordia, quería llevarnos a la conciencia del pecado para así recibir a Cristo.

Por otro lado, el mismo Cristo dice que no ha venido a abolir sino a dar plenitud (Mateo 5,17), de modo que no debemos pensar que la relación entre la Ley “Antigua” y la Ley “Nueva” es algo tan sencillo como suprimir la primera, cual si nunca hubiera existido, y luego afirmar la segunda. Si las cosas fueran así, la primera hubiera sido un estorbo y no un camino o preparación para la segunda.

Debemos entender entonces que hay elementos más permanentes y elementos menos permanentes en la Ley de Moisés. Los más permanentes no hay que adivinarlos ni mucho menos escogerlos a capricho. Cuando Cristo reafirma la centralidad de amar a Dios sobre todas las cosas, por ejemplo en Marcos 12,28-34, está repitiendo lo que todo judío conocía a partir de Deuteronomio 6,4. También en Mateo 19,16-19 Jesucristo reafirma el valor de los llamados Diez Mandamientos, que por tanto deben ser algo más que disposiciones temporales.

El estudio comparativo de textos nos hace ver que muchas prescripciones de la Antigua Ley tenían un valor educativo pero de ninguna manera fueron confirmadas en la Nueva Alianza. Así por ejemplo, mientras que Moisés prohibía comer ciertos alimentos, san Pablo dice expresamente en la Carta a los Romanos 14,17 que “el reino de Dios no es comida ni bebida.” En el mismo sentido hay un pasaje muy claro en Hechos de los Apóstoles 10. Repito: esto no es asunto de capricho ni de adivinar sino que está bien establecido en la misma Biblia.

Es claro entonces lo que hay que decir frente a lo del uso de pantalones por parte de las mujeres: la Ley de Moisés no puede considerarse por sí misma autoridad para dirimir el asunto. Otros argumentos podrán exponerse pero ese de la Ley Antigua no vale.

Algo parecido sucede con otra discusión distinta. Hay gente que dice que si nos apoyamos en la Biblia, como efectivamente hacemos, para mostrar el carácter intrínsecamente perverso de las relaciones homosexuales entonces deberíamos seguir lo que la Biblia dice sobre comer carne de cerdo, por ejemplo. es un modo astuto pero erróneo de argumentar: no se pueden poner al mismo nivel estos dos tipos de preceptos. mientras que lo de la comida ya lo hemos aclarado, hay varios textos del Nuevo testamento que expresamente muestran el desorden que implica el comportamiento homosexual. Al respecto puede leerse Romanos 1,18-32.