* Seguimos el itinerario de nuestra pregunta: ¿Qué queremos decir con la expresión “Dios habla”? Nos apoyamos ahora en algunos escritos de Edward Schillebeeckx, O.P.
* El punto de partida es que el ser humano construye su identidad, que incluye toda su capacidad de conocer, de un modo diacrónico, a partir de un “trípode” que incluye su naturaleza propia (de humano), su entorno (con la naturaleza externa y su cultura y circunstancias), y el ejercicio de su voluntad (a partir del conocimiento que le brinda la inteligencia).
* Nótese que estos tres elementos son irrenunciables en una sana antropología. Si se pretende omitir la propia naturaleza, estamos ante el existencialismo ateo, tipo Sartre, en el que se supone que cada uno define su “esencia” a partir de la “existencia” que decide darse. Si se pretende eliminar su entorno, caemos en un subjetivismo, tipo movimiento “hippie,” en el que el ser humano pretende concentrarse sólo en su mundo de emociones e “inspiraciones.” Si en cambio se pretende eliminar el papel de la voluntad, estamos frente a un fatalismo muy cercano a los modelos del hinduismo y el budismo.
* En ese esquema diacrónico hay que definir una experiencia como una “irrupción” que rompe y cuestiona la propia identidad, en mayor o menor grado. Por decisiones tomadas, por límites de la propia naturaleza, o por cambios drásticos en las circunstancias, hay ocasiones en que sentimos que nuestras certezas se agrietan y somos interpelados.
* Schillebeeckx llama “experiencias límite” a aquellas que remueven tan profundamente nuestra identidad que llegamos a sentir que ya no volveremos a ser los mismos. Esto sucede cuando nuestros criterios, lenguaje, expectativas profundas o el sentido mismo de la vida se ven alterados por experiencias genuinamente transformantes.
* Podemos decir que lo que nos deja una experiencia límite tiene el carácter de “revelación,” desde el punto de vista de la antropología teológica. Su contenido es en primer lugar existencial porque la vida pasa a tener un enfoque distinto. Pero es también noético, es decir, implica un conocimiento específico, con afirmaciones y negaciones explícitas. La persona que ha vivido una experiencia límite, y que ha reflexionado cabalmente sobre ella tiene algo que decir; hay además cosas que antes creía y ya no, o cosas que antes no le importaban y ahora sí. Ese contenido noético es el que uno asocia más directamente con al revelación pero es riesgoso separarlo de su base existencial porque entonces es cuando uno cae en la idea ingenua y errada de un dictado.
* ¿Qué queda en la persona que ha tenido una revelación de esta clase? Hay una sensación de inevitabilidad: lo sucedido ya es parte de como uno ve el mundo y no se va a ir simplemente porque uno trate de negarlo. Hay también una profunda sensación de gratuidad: de haber recibido algo, no de haberlo adquirido ni merecido. Y por supuesto, hay una certeza de la direccionalidad del tiempo, que es lo que queda expresado en frases como: “Volví a nacer.”