* Es necesario preguntarnos ahora qué queremos decir con la expresión “Dios habla.” Podemos imaginar que se trata de una expresión que abarca realidades muy diversas, y suponemos que, en general, no se trata de algo tan ingenuo como una especie de “dictado celestial.” Para acercarnos a una respuesta mas acertada necesitamos examinar lo que se entiende por inspiración, en cuanto don que viene del mismo Dios.
Un cambio en la mirada
* Literalmente, “inspirar” es infundir o conceder un nuevo “espíritu.” Podemos acercarnos a esa novedad o nuevo espíritu al descubrir cómo cambia la mirada cuando así es visitada por Dios.
* En efecto, la mirada humana es de suyo egoísta: mira por lo suyo; mide el mundo en términos de ventajas o pérdidas; tiende a ver a los demás como aliados, herramientas o enemigos; se centra en su propio bien o conveniencia y está pronto a justificarse ante sí mismo y ante los demás. Víctima de su egoísmo cree que construye su palacio y su reino a medida que se encierra en una especie de prisión que anticipa su sepultura.
* Y lo que es más grave: por sus propias fuerzas no puede cambiar ese esquema porque al pretender salir de sí mismo lo que hace es fundir su egoísmo con el de otros, de modo que transforma lo que podemos llamar su “egoísmo individual” en otros egoísmos por extensión, a saber: de pareja, de familia, de clase social, de nación. En esas ampliaciones no ha sanado su raíz sino que ha ido concentrando su orgullo en una base más amplia para luego considerar como enemigos, con mayor y renovada fuerza, a todos los que no quepan dentro de su raza, estilo o preferencias.
* Por todo ello es extremadamente notable que una persona pueda mirar más allá de sí misma y de su estrecho margen de intereses. Dejado a sus fuerzas, el hombre imagina a Dios como una proyección suya; pero ya hemos visto que ese no es el caso en la Biblia. Mientras que la Afrodita de los griegos no sólo parece aprobar sino incluso empujar en la dirección de los deseos libidinosos, y el Ares de los griegos exacerba la ira del guerrero, el Dios de la Biblia parece contradecir esa clase de impulsos. No estamos ante un Dios a imagen del hombre, a pesar de lo que diga Ludwig Feuerbach.
* Llegar al arrepentimiento sincero de las propias culpas, sin justificaciones, sin transferencias de responsabilidad, sin cinismo y sin desesperación, es la señal de que algo nuevo ha llegado al corazón del hombre; algo que le permite pensar de otro modo porque ve las cosas de otro modo.
* La vida entera, desde esta nueva perspectiva, se vuelve camino, o mejor: peregrinación a la luz de la gratuidad de la que ya hemos hablado, que es lo mismo que decir: al amparo de la alianza que ese Dios compasivo ha manifestado.
Contenidos revelados
* La revelación no es sólo un cambio de enfoque: si miramos las etapas del caminar del pueblo, encontramos elementos pedagógicos, morales y místicos. Los primeros son como un primer despertar que enseña que “no todo vale.” Los límites ante la sangre, ante la muerte, ante la diferencia entre los sexos, o ante lo sagrado, tienen en principio un valor pedagógico que frena la tiranía del capricho, del deseo insaciable o de la soberbia que pretende recuperar su trono una y otra vez. Este valor de pedagogía sugiere que no todo en ellos tiene valor permanente. Lo mismo que los horarios que las mamás ponen a sus hijos cuando se trata de ver la televisión, por ejemplo, estos límites no están destinados a perdurar para siempre pero su valor es inmenso en las primeras etapas de Israel.
* Los elementos morales, en cambio, son mucho más firmes porque atañen a lo que es bueno o es malo en sí mismo, es decir, más allá de conveniencias inmediatas. No se puede comparar entonces el valor de un precepto como que no se combinen telas en los vestidos con el valor del precepto que manda honrar a padre y madre.
* Pero más allá de preceptos rituales o morales, el contenido de la revelación se va identificando más y más con el Dios que sale al encuentro del hombre, como ha sucedido en plenitud en la persona de Jesucristo. A esto llamamos “elementos místicos” de la revelación.
Proceso de la revelación
* En pequeño, el proceso de la revelación acontece en el escenario existencial del profeta, que a través de la oración y encuentro con el Señor renueva su mirada y la aproxima a la del Dios de la Alianza. Su palabra, primero, pero sobre todo su testimonio de vida se convierten en mensaje.
* En una escala mayor, digamos “macro,” la revelación se mueve desde la conciencia del pecado y el anuncio de una primera alianza hacia la conciencia de la gracia y la promesa de una nueva alianza.