Algunas personas se extrañan y otras agreden a la Iglesia Católica en Colombia porque no tiene una posición única y unánime frente al Acuerdo entre el Gobierno y las FARC. Esta es una buena oportunidad para recordar algo que todo católico debe tener muy claro: si bien en asuntos de fe y de moral todos hemos de ser unánimes, no hay que esperar ni menos reclamar esta unanimidad en otros aspectos de la vida personal o social.
En liturgia, por ejemplo, es comprensible que haya algunos sacerdotes y algunas comunidades que sólo parecen vibrar en su mejor nota si todo va en latín. Es válido. Es bello. Es respetable. pero la Iglesia no obliga a que todos todo el tiempo tengamos esa opción.
Sobre la edad para recibir por primera vez la Eucaristía también hay diferencias que son respetables. Mientras que algunos consideran que es suficiente con que el niño distinga con claridad entre pan ordinario y pan eucarístico, otros piensan que hay que tener poco menos que un curso de teología básica para que los niños de Primera Comunión “sepan lo que están haciendo.” No tiene que haber unanimidad en algo así, aunque uno presiente que un camino intermedio es lo mejor. ¿Cuál es el punto EXACTO de ese camino intermedio? Podríamos pasarnos el día discutiendo y seguramente no tendremos un acuerdo al final. Ni es indispensable que lo haya.
La liturgia o la catequesis se prestan para este tipo de discusiones pero no cabe duda de que es la política la que lleva las cosas a un terreno más complejo, por sus múltiples conexiones con el ámbito moral. Pero es la excepción y no la regla que un político presente un programa que sea del todo compatible con la visión moral de la Iglesia Católica: lo más frecuente es que en sus propuestas haya cosas buenas, regulares, malas y pésimas. De modo que, según el peso que se dé a cada uno de estos factores caben distintas valoraciones sin que sea inmediatamente obvio qué debe pesar más.
Por dar un ejemplo de Europa y no de América: hace unos meses se preguntó a los británicos si deseaban salir de la Unión Europea. Una pregunta que tiene implicaciones y ramificaciones inmensas. Nadie esperaría que un SÍ o un NO tuvieran de su parte absolutamente todas las razones. Es lo que suele suceder en asuntos de política.
Por eso estimo que han sido sabios nuestros obispos al invitarnos a los colombianos a participar a conciencia y votar. Después de juicioso examen y reflexión, y si somos creyentes, después de orar con fervor, cada quien dará su voto. Sabemos que lo que viene no es magia: gane quien gane, a todos nos corresponde ayudar a seguir avanzando de modo que todos, niños, jóvenes, adultos, ancianos, podamos convivir de la mejor manera, tan próximos como sea posible al camino que nos muestran Jesucristo y su Iglesia.