Confesión y Penitencia – Primer Milenio
El Sacramento de la Reconciliación ha ido evolucionando en su praxis a lo largo de la historia. Las diversas formas de entender la realidad del pecador han ido cambiando desde los tiempos de los apóstoles hasta el día de hoy. Nos fijaremos en tres etapas:
1a etapa: Persecuciones: la cuestión de los que traicionan su fe. (siglos I-III).
¿Qué hacer ante el pecado de los bautizados?
Problema central: San Pablo, en Rom. 10, 9, nos dice que si proclamas con tus labios y crees con tu corazón serás salvo. Se trata de la oferta de amor de Cristo que te ama hasta el extremo y que te debería impedir ofenderle. Sin embargo, a Dios se le ofende, ¿qué hacer ante la realidad del pecado?
Los pecados que singularmente perturban a las primeras comunidades son tres: Adulterio, Herejía-Apostasía y Homicidio. Estos pecados suponían un dilema entre la excomunión con la consiguiente separación del pecador de la Comunidad o bien la acogida pero, eso sí, condicionada. Y es cuando se ve qué sentido tiene lo que la Biblia enseña sobre penitencias de todo tipo.
Solución propuesta: Hay que hacer un itinerario del pecado al perdón. Ese camino está marcado por la penitencia. ¿Por qué se pide una penitencia? Porque:
- garantiza que el pecador no vuelva a recaer,
- exterioriza un arrepentimiento genuino que no se queda en palabras, y
- es una compensación o justicia (futura satisfacción).
La Comunión eclesial (koinonía) se resiente por los pecados y todos sufren. Todo pecado tiene una repercusión comunitaria, porque la falta de santidad en uno de los miembros de la Comunidad hace que la obra de Dios no pueda ser plena ni en el pecador ni en el otro. Dice San Pedro (1 P 4,10-11) … sirva cada uno a los demás con el don que haya recibido, cuando se peca se deja servir a la Comunidad y se la ofende. Cuanto más público es el pecado, más daño se hace a la Koinonía. Se ve fácilmente la relación entre la Teología Sacramental y la Eclesiología. Al ser el pecado una realidad eclesiológica surge otro problema a resolver: la reconciliación no puede ser solo personal. La pérdida de la resonancia comunitaria del pecado será la antesala de la disociación entre vida privada y vida pública que en el mundo moderno ha autorizado al hombre a obrar como le place: individualismo liberal.
¿Qué lugar tiene el obispo? En el enfoque de Lutero, el ministro (ya no sacerdote) tenía una misión de puro funcionario, que vemos que se ha infiltrado muchas veces en el Catolicismo actual. Pero para los antiguos, en cambio, la figura del ministro, en especial del obispo suponía un orgullo en la certeza gozosa de su origen apostólico. El carácter fundamental que los primeros cristianos descubrían en los apóstoles, fundamentalmente en los Doce, es que eran los testigos de la verdad del sacrificio y la pascua de Jesucristo. Al morir estos primeros testigos, cobra un papel esencial la sucesión apostólica.
– Los obispos no eran funcionarios sino garantes del depósito de la fe, convirtiéndose en fuente del nacimiento de la Comunidad.
– Por ello también los obispos eran los únicos facultados para imponer la penitencia y los únicos que recibían de nuevo a los penitentes después del camino de la reconciliación para perdonar los pecados por una potestad recibida de los obispos anteriores, e incluso en un primer lugar de Jesucristo a sus apóstoles.
2a etapa: Controversias arriana, nestoriana y monofisita. (siglos IV-VII).
Para destacar ene ste tiempo, la abundante provisión de reconciliaciones con la Iglesia en razón de las varias herejías.
3a etapa: Confesión auricular (siglo VII en adelante).
Conscientes de los riesgos (marginación, temor, desconfianza) que conllevaba la confesión pública practicada en la Iglesia durante los primeros siglos, algunos monjes irlandeses trajeron de Oriente una nueva modalidad de confesión llamada Confesión Auricular. Los cambios que se produjeron fueron los siguientes:
- El obispo no es el único que perdona pecados.
- El ministro de la Reconciliación pasó a ser el sacerdote, por delegación de la licencia recibida del obispo.
- La Penitencia pasa del ámbito público al privado, de lo solemne a lo discreto, de lo único a lo repetido.
- Se facilita la comprensión y acogida para los que se sienten débiles.
- Se pasa del grupo de penitentes al anonimato, convirtiéndose en un derecho para todo cristiano, según el Derecho Canónico, la confesión anónima y privada.
Riesgos y avances de la Confesión Auricular.
Los riesgos son los que siguen:
- El primer riesgo es la disminución del sentido comunitario.
- El segundo problema es que aparecen catálogos de pecados con la sana intención de valorar adecuadamente los pecados, pero con ellos surge una peligrosa concepción tarifaria de la confesión. Se cae en la compra y venta del perdón, indulgencias y en la simonía.
- El sacerdote tiene la tentación de convertirse en un “pequeño Papa,” que dispone de la salvación de las almas a su capricho llevados de su laxitud o de su excesiva rigurosidad.
Los avances que conllevó la Confesión Auricular son:
- Atrajo a mucha gente a la confesión por el alivio que proveía y la discreción.
- Los confesores proporcionaban formación, educación y ayuda más adecuada sobre cómo el penitente debía mejor examinarse su conciencia.
- Ayuda a integrar la victoria sobre el pecado con la conversión permanente.