Jesucristo nos invita a ir más allá de las aguas tranquilas y bien conocidas de la orilla. Por eso le dice a Pedro: rema mar adentro.
No hemos recibido el bautismo para esconderlo, ni mucho menos para avergonzarnos de él sino para presentarlo en el último día, lleno de flores de virtud y frutos de evangelización.
Jesucristo nos enseña: “En esto recibe gloria mi Padre, en que vayáis y deis mucho fruto” (Juan 15). Así nos enseña que hay que ir, hay que moverse, hay que salir de la zona de confort; pero con un propósito: dar fruto.
Un cristiano cómodo es lo más parecido que yo conozco a un cristiano apóstata. Sofocar el fuego para que no se note es demasiado semejante a apagar el fuego para que no estorbe.
No más comodidad. Cristo va delante. No nos faltará el Espíritu Santo. La meta es el Cielo; el camino es la Cruz; el baluarte es la Iglesia; la espada es la Palabra.
¡Adelante!