No hay un proyecto, o una idea, o un ideal que no implique en su presupuesto el sufrimiento, entendiendo que en algún momento del camino tendrás que hacer uso de tu fortaleza para seguir, que no todo será una alfombra mullida y llevadera.
De por sí es inevitable al trabajar y convivir con otras personas el causar o recibir un daño consciente o inconsciente entre los que estamos inmiscuidos con toda nuestra humanidad de por medio.
Quede claro que el sacrificio de Jesús en la Cruz dejó pagado todo, no se debe nada, la Salvación se logró y punto, eso está saldado. Lo que sí es también un hecho, es que al aceptar ser parte del Corazón de Dios, al adherirte con toda tu alma a la gran Misión de ser Iglesia, en automático entras también en el tener que pasar por todo lo que implica ser parte de ello, las luchas, los cansancios, las decepciones, en fin… los sufrimientos, padecimientos, la aflicciones que son de Cristo y ahora compartes con Él.
[Adaptado del blog de Martín Valverde.]