Sequías e inundaciones son algunas de las consecuencias del complejo fenómeno climático llamado de “El Niño.” Mientras que en algunas partes del mundo se da una precipitación exagerada que anega campos y carreteras, y destruye casas y posesiones, en otros sitios como en mi país, es la sequía la que afecta las represas, las vías acuáticos y sobre todo los medios de subsistencia de una porción considerable de nuestra gente.
Es importante vivir este tiempo en espíritu de solidaridad y oración frecuente, saliendo de nuestro usual círculo de intereses. Pescadores, agricultores, pastores y ganaderos tienen que soportar la parte más dura y las pérdidas más notables. Por eso me atrevo a proponer tres acciones inmediatas recomendadas por quienes han estudiado a fondo estos temas:
1. Uso racional del agua. Todo desperdicio agrava la situación.
2. Favorecer los mercados locales, en cada lugar, para acelerar el retorno d ela inversión en quienes siguen batallando por sostenerse económicamente viables.
3. Espíritu de acogida a nuestros parientes que viven en zonas afectadas. Los mecanismos de socorro de los gobiernos tienen límites y su velocidad de acción no alcanza la prontitud de nuestra solidaridad directa.
Sigamos orando por quienes sufren y reconozcamos en nuestras manos herramientas que Dios quiere poner al servicio del alivio de nuestro prójimo.