#CompletasFrayNelson para el
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Alimento del Alma: Textos, Homilias, Conferencias de Fray Nelson Medina, O.P.
El sentido fundamental de la fe es la entrega confiada de mi vida, corazón, futuro, anhelos y búsquedas a Dios, aceptando a Jesucristo como mi Señor y salvador.
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“”La mayoría de ustedes -continuó el Papa en Filadelfia- conocen la historia de santa Catalina Drexel, una de las grandes santas que esta Iglesia local ha dado. Cuando le habló al Papa León XIII de las necesidades de las misiones, el Papa… le preguntó intencionadamente: ”¿Y tú?, ¿qué vas a hacer?”. Esas palabras cambiaron la vida de Catalina, porque le recordaron que al final todo cristiano, hombre o mujer, en virtud del bautismo, ha recibido una misión. Cada uno de nosotros tiene que responder lo mejor que pueda al llamado del Señor para edificar su Cuerpo, la Iglesia”…”
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Esto hay que divulgarlo porque las acusaciones contra sacerdotes son abundantes y muy sonoras. Pues nosotros levantamos la voz para decir que en este caso se sometió a un inocente a tres años de prisión injusta. Así lo registra el periódico no-confesional colombiano, EL ESPECTADOR:
Un grito de júbilo se escuchó en la sala 313 del complejo judicial de Paloquemao después que el juez 21 de conocimiento emitiera sentido de fallo absolutorio a favor del padre José Isaac Ramírez en el marco del proceso que se le adelantó por el delito de abuso sexual.
En el juicio, que duró más de tres años, el funcionaria judicial estableció que no se presentaron elementos de prueba suficientes para inferir la participación del párroco de la iglesia María Inmaculada del barrio La Primavera de Bosa en el abuso de un menor de 14 años.
En este sentido se tuvo en cuenta que el menor, quien era acolito del padre Ramírez, se retractó de los señalamientos hechos contra el sacerdote a quien en un principio acusó de ofrecerle regalos para que se dejara tocar de manera indebida.
El abogado Elmer Montaña, quien defiende los intereses del sacerdote, aseguró que “la Fiscalía no presentó ningún elemento material de prueba, ninguna evidencia física que permitiera respaldar la acusación que había formulado contra el padre”.
“Desde el primer momento le presentamos a la Fiscalía una serie informes y testimonios que dan de cuenta que el niño había sido manipulado e inducido para que diera esa primera declaración. Se cometieron serias irregularidades con la denuncia presentada por el papá”, explicó.
Igualmente se ordenó la libertad inmediata del sacerdote quien desde hace tres años se encuentra privado de su libertad en la cárcel La Modelo de Bogotá.
* Hay dos sentidos principales del perdón, a uno lo llamamos “el perdón del principio” y a otro “el perdón del final.”
* El perdón “del final” es fácil de entender: se refiere a esa situación que hace cesar toda contienda y que devuelve la paz y la reconciliación. La muerte de muchos santos es particularmente elocuente sobre ese perdón del final, por su modo de abandonarse en Dios, disculparse con todos y a la vez ofrecer la paz y su intercesión a todos.
* Pero aquí queremos hablar del perdón “del principio,” que consiste básicamente en la disposición de entregar a Dios la complejidad de nuestras relaciones interpersonales, que son siempre incompletas y en muchos sentidos cuestionables. Ofrecer el perdón “del principio” es estar no querer enredarse uno con el discernimiento milimétrico de quién tiene culpa de qué, o quién le debe exactamente qué a quién porque esa clase de cuentas y exámenes postergan indefinidamente la obra de la gracia.
* El perdón “del principio” es profundamente liberador porque parte de algo muy cierto y muy sencillo: cuando uno acumula resentimientos, arrogancia o propósitos de venganza, el perjudicado es uno mismo.
* El perdón “del principio” es el propio de la oración del Padrenuestro. Al decir que “perdonamos a los que nos ofenden” o a “nuestros deudores” no estamos diciendo que todo está arreglado y en paz con todos sino que dejamos en manos de Dios nuestro universo de relaciones interpersonales porque no queremos privarnos de la amistad con Dios ni queremos perder su plan de amor, que es mejor que todo lo que podamos imaginar.
Por la fe, que es la respuesta agradecida a la propuesta de amor de Dios a través de Jesucristo, somos justificados, volvemos a estar en gracia con Dios.
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“El pasado mes de enero de 2015, durante una de sus catequesis de los miércoles sobre la familia, el Papa Francisco habló de cómo los niños que crecen sin un papá, sin un padre varón, sufren diversas heridas y desequilibrios. Incluso hijos que tienen a su padre físicamente en casa pueden sufrir algunas de ellas si lo perciben como alejado o ausente…”
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«A mi juicio y verdaderamente, asegura Motolinía, serán bautizados en este tiempo que digo [1537], que serán 15 años, más de nueve millones de ánimas de indios» (II,3, 215). Sea esta cifra exacta, en más o en menos, es indudable que la evangelización de México fue rapidísima en sus primeros años. Y ello hizo que algunos, ya en aquel entonces, pusieran en duda la realidad de aquellas conversiones. Sin embargo, el testimonio favorable de los misioneros, concretamente el de Motolinía, es convincente.
Esta gente, dice, es «naturalmente temerosa y muy encogida, que no parece sino que nacieron para obedecer, y si los ponen al rincón allí se están como enclavados. Muchas veces vienen a bautizarse y no lo osan demandar ni decir… Pues a estos tales no se les debe negar lo que quieren, pues es suyo el reino de Dios, porque apenas alcanzan una estera rota en qué dormir, ni una buena manta que traer cubierta, y la pobre casa en que habitan, rota y abierta al sereno de Dios. Y ellos simples y sin ningún mal, ni condiciosos de intereses, tienen gran cuidado de aprender lo que les enseñan, y más en lo que toca a la fe; y saben y entienden muchos de ellos cómo se tienen de salvar y irse a bautizar dos y tres jornadas. Sino que es el mal, que algunos sacerdotes que los comienzan a enseñar los querrían ver tan santos en dos días que con ellos trabajan, como si hubiese diez años que los estuviesen enseñando, y como no les parece tales, déjanlos. Parécenme los tales a uno que compró un carnero muy flaco y diole a comer un pedazo de pan, y luego atentóle la cola para ver si estaba gordo» (IV,4, 220).
Muchos datos concretos hacen pensar que la conversión de los indios fue real.
Antes, por ejemplo, los indios «vendíanse y comprábanse estos esclavos entre ellos, y era costumbre muy usada. Ahora como todos son cristianos, apenas se vende indio, antes muchos de los convertidos tornan a buscar los que vendieron y los rescatan para darles libertad» (II,5, 239)… «En el año pasado [1540] en sola esta provincia de Tlaxcalan ahorraron los indios [dieron libertad a] más de veinte mil esclavos, y pusieron grandes penas que nadie hiciese esclavo, ni le comprase ni vendiese, porque la ley de Dios no lo permite» (II,9, 266). Igualmente, en el sacramento de la penitencia, «restituyen muchos de los indios, antes que vengan a los pies del confesor, teniendo por mejor pagar aquí, aunque queden pobres, que no en la muerte» (II,5, 233). Habiendo sido la antigua religiosidad azteca tan dura y severa, los indios estaban acostumbrados a ayunar y sangrarse en honor de los dioses. Ahora, ya convertidos, pedían los indios análogas penitencias. «Ayunan muchos viejos la Cuaresma, y levántanse cuando oyen la campana de maitines, y hacen oración, y disciplínanse, sin nadie los poner en ello» (II,5, 237). Y en cuanto al matrimonio, «de cinco o seis años a esta parte, comenzaron algunos a dejar la muchedumbre de mujeres que tenían y a contentarse con una sola, casándose con ella como lo manda la Iglesia» (II,7, 250).
Iguales mejoras indudables se daban en otros aspectos de la vida moral.
«También se han apartado del vicio de la embriaguez y hanse dado tanto a la virtud y al servicio de Dios, que en este año pasado de 1536 salieron de esta ciudad de Tlaxcalan dos mancebos indios confesados y comulgados, y sin decir nada a nadie, se metieron por la tierra adentro más de cincuenta leguas, a convertir y enseñar a otros indios. Y allá anduvieron padeciendo hartos trabajos y hicieron mucho fruto. Y de esta manera han hecho otros algunos en muchas provincias y pueblos remotos»(II,7, 253).
Por otra parte, «en esta Nueva España siempre había muy continuas y grandes guerras, los de unas provincias con los de otras, adonde morían muchos, así en las peleas, como en los que prendían para sacrificar a sus demonios. Ahora por la bondad de Dios se ha convertido y vuelto en tanta paz y quietud, y están todos en tanta justicia que un español o un mozo puede ir cargado de barras de oro trescientos y cuatrocientas leguas, por montes y sierras, y despoblados y poblados, sin más temor que iría por la rúa de Benavente» (II,11, 284).
En fin, estos indios «tenían otras muchas y endiabladas hechicerías e ilusiones con que el demonio los traía engañados, las cuales han ya dejado en tanta manera, que a quien no lo viere no lo podrá creer la gran cristiandad y devoción que mora en todos estos naturales, que no parece sino que a cada uno le va la vida en procurar de ser mejor que su vecino o conocido. Y verdaderamente hay tanto que decir y tanto que contar de la buena cristiandad de estos indios, que de sólo ello se podría hacer un buen libro» (II,9, 264).
Los datos que ofrece fray Gerónimo de Mendieta hacia 1600 son quizá todavía más impresionantes:
«Entre los viejos refranes de nuestra España, éste es uno: que quien bien quiere a Beltrán, bien quiere a su can… Los que son amigos y devotos de las cosas que pertenecen al servicio de Dios, lo serán también del mismo Dios, y lo querrán mucho y amarán». Mientras «los malvados herejes que destruyen las iglesia y lugares sagrados, y queman las imágenes y figuras de Dios y de sus santos, y niegan el santo sacrificio de la misa y los demás secramentos, y persiguen y matan a los sacerdotes, y burlan de las bendiciones de que usa la Iglesia católica», dice Mendieta en alusión a los protestantes de Europa, «para confusión de estos apóstatas descendientes de católicos cristianos, proveyó Dios que los pobrecillos indios, que poco ha eran idólatras y ahora nuevos en la fe que los otros dejaron, tengan [todo eso] en grandísima devoción y reverencia. Cosa maravillosa fue el fervor y la diligencia con que los indios de esta Nueva España procuraron edificar en todos sus pueblos iglesias», algunos tienen sus oratorios privados y muchos traen imágenes para bendecir. Grande es su devoción a los sacerdotes, a los que acuden siempre con gran cariño: «Bendíceme, amado Padre». Son muy piadosos y devotos de la Virgen, y «entre ellos parece no es cristiano el que no trae rosario y disciplina». Es muy grande su devoción a los templos, «y se precian los viejos, por muy principales que sean, de barrer las iglesias, guardando la costumbre de sus antepasados en tiempo de su infidelidad». Así lo hacía el primer señor de Toluca que se bautizó, que «acabó sus días continuando la iglesia y barriéndola, como si fuera un muchacho de escuela». En fin, de todo esto y de tanto más «bien se puede colegir que en efecto son cristianos de veras y no de burla, como algunos piensan» (IV,18).
El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.