LA GRACIA del Domingo 11 de Octubre de 2015

DOMINGO XXVIII DEL TIEMPO ORDINARIO, CICLO B

Es bueno poseer cosas sin llegar a ser poseídos por estas; la sabiduría nos muestra que las riquezas son un medio y no un fin; la verdadera riqueza es conocer Aquel quien es el sumo bien.

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¿Por qué fracasan tantos matrimonios?

“El desconocimiento de lo que el noviazgo y las rela­ciones de pareja significan, se convierte en muchas ocasiones en motivo de infelicidad para la pareja. Se confunde el amor con el sentimiento superficial y pasajero, cuando no con el deseo. El sexo apare­ce como el centro de muchas relaciones, lo que está llevando a las parejas a casarse sin conocerse. Se confunde sentimiento con sentimentalismo, y cuan­do éste es negativo pensamos que se ha acabado el amor…”

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“Cuando sea preciso, manda tu ángel de la guarda conmigo”

Todavía más elocuente es el hecho ocurrido con otra señora, llamada Banetti, campesina residente a algunos kilómetros de Turín, en Italia. El día 20 de septiembre, fecha en que se conmemoraba la recepción de los estigmas del padre Pío, era costumbre que las personas más devotadas del santo confesor le enviaran cartas de las más variadas partes de Italia y hasta de otros países.

La señora Banetti no encontró quien fuera a la ciudad para poner su carta en el correo. Se encontraba afligida por no poder enviar sus saludos a san Pío. Se acordó, entretanto, de la recomendación que le hiciera el santo, en la última vez que con él estuvo: “Cuando sea preciso, manda tu ángel de la guarda conmigo”.

En el mismo instante dirigió una oración a su celeste guardador: “Oh mi buen ángel, llevad vos mismo mis saludos al padre, pues no tengo otra forma de mandarlos”.

Pocos días después, la señora Banetti recibe una carta venida de San Giovanni Rotondo, lugar donde vivía San Pío, enviada por la señora Rosine Placentino, con las siguientes palabras: “El padre me pide que le agradezca en su nombre los votos espirituales que le enviaste”.

Actitud de los misioneros franciscanos frente a los conquistadores

Los franciscanos primeros en México no tuvieron la tentación demagógica de fulminar a los españoles con excomuniones colectivas, ni pensaron -como Las Casas-en declararque todos eran criminales, usurpadores y que todos estaban «en pecado mortal». Ellos fueron mucho más humildes y realistas. Denunciaron con energía cuantos abusos veían, pero en modo alguno pensaron en descalificar globalmente la acción de España en América, ni quisieron tampoco calumniar al conjunto de los españoles que allí estaban.

Motolinía, por ejemplo, refiriéndose a la primera y trágica experiencia de las Antillas, habla de que allí muchos españoles vivían «tratando a los hombres peor que a bestias, y tuviéronlos en menos estima, como si en la verdad no fuesen criados a la imagen de Dios» (I,3, 65). Y en referencia a la Nueva España, él mismo denuncia con amargura a aquellos españoles que no vinieron a América sino a «buscar el negro oro de esta tierra que tan caro cuesta, y a enriquecerse y usurpar en tierra ajena lo de los pobres indios, y tratarlos y servirse de ellos como de esclavos» (III,11, 391).

Sin embargo, ya en las fechas en que escribe, hacia 1540, Motolinía dice en el mismo texto: «Aunque yo sé y lo veo cada día que [algunos españoles] quieren ser más pobres en esta tierra que con minas y sudor de indios tener mucho oro; y por esto hay muchos que han dejado las minas. Otros conozco que, de no estar bien satisfechos de la manera como acá se hacen los esclavos, los han ahorrado. Otros van modificando y quitando mucha parte de los tributos y tratando bien a sus indios. Otros se pasan sin ellos, porque les parece cargo de conciencia servirse de ellos. Otros no llevan otra cosa más de sus tributos modificados, y todo lo demás de comidas, o de mensajeros, o de indios cargados, lo pagan, por no tener que dar cuenta de los sudores de los pobres. De manera que éstos tendría yo por verdaderos prójimos» (I,3, 66).

El franciscano Lino Gómez Canedo, historiador español actual residente en México, piensa que «los abusos a que se refiere [Motolinía] existieron en los primeros años: según otros testimonios del tiempo -especialmente las cartas de los franciscanos de 1532 y 1533- fue de 1525 a 1530, bajo el gobierno de los sucesores de Cortés y la Primera Audiencia. Empezaron a disminuir con Zumárraga y la Segunda Audiencia, y fueron casi del todo eliminados por los dos primeros virreyes, Mendoza y Velasco (1535-1564). El propio Motolinía pinta otra situación muy distinta en su carta de 1555 [a Carlos I], refutando las exageraciones de Las Casas» (219).


El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.